lunes, 3 de noviembre de 2014

Estampida

No lo sé. Quizás sea un leve ciervo corriendo en el interior, y después, es devorado por el incendio de estas prisas, de este andar. El humo quema y me deja roja, prendida de dolores.

Las nubes abotonan el cielo. Recuerdo su boca pinta de dulces de leche, y viene a mí el olor de no volver. De dejar, de dejarme por kilómetros de ecos reconstruidos, horadados por las horas de mi llanto. Yo no sé decir te extraño, porque mi pensamiento más bien, queda manchado de sus caramelos, queda arrugado de su ceño, de lo insoportable que es cuidar a alguien, procurar su vida con los restos de mi vida, protegerlo de los males, a la vez, que lo expongo a otros desatinos.

Voy a dejarlo subir en las rocas de aquél monte, tapizado de quehaceres, con el aprendizaje oloroso a lo nuevo, a lo incierto, a la emoción de andar por ahí sin la pretensión de ser nombrado en las grandes asambleas. Con el único deseo de abrazar el aire otoñal  a la misma hora que todos llegamos a casa, y el copal nos sopla los humores, y el guisado en la estufa remueve nuestro apetito. Los abrazos aquellos van a venir a exprimir mi aliento amargo.

Es un estampida recorriendo mi pecho, va a la garganta. Apenas puedo saber cómo he venido a tejer mis anhelos, el sabor de mis sentimientos. Quiero dejar libre la insistencia de lo mío.Sueño no querer con insistencia nada, aunque tal vez quede muda, y andar así como en quien pienso, con los brazos ligeros y el alma abierta.

BRENDA MARCELA


jueves, 16 de octubre de 2014

Posesión

Cada que surge una ola, tomo otro papel, tecleo un fondo blanco para derrochar como juguetes en la habitación, mis juegos y mentiras. Tengo ideas demasiado ordenadas para juntar unas con otras y son rebeldes también: mezclo poesía desorbitada con el canto de la respiración, palabras con un bello sonido que carecen de significado (son mis favoritas), dejan tantita locura chocolatosa en mí y van riéndose de lo vano de mi trabajo.


Hey, sí, estoy poseída, de vez en cuando, unas seis veces por mes no sé escribir cosas con lógica, ni tratados, desconozco la seriedad de la investigación, diez veces, sí pequeñito, ya sé: viene mi fracaso en el frasco de Alicia y me salta en la cara, allá voy. No quiero salir, ojalá estos dedos con hedor de Sylvia me dejarán un bocado de comida. Fantasma, oh cariño, hermoso cadáver de años, no comprenderás si te gusta cómo bailan las palabras, letras de fuego maternal y de mi fango viudo ¿bailamos? ¿vienes? Tarareo en el tiempo de tunas, trampolín de mis elogios y las tinas de truchas asesinas, azucenas de mi ombligo tácito.

Hoy soy no inteligencia, no astucia. Me construí de tornasol y del estornudo del sol que anocheció, voces de antaño, de vacíos en serie y espacios recónditos donde nadie llega con un cirio. Noche de tres mil habitantes rugosos aquí de bajo de mi cintura. Es la tercera vez, la tercera que me meto en los hospicios, en la huerta de frutos añejos, es la tercera vez que oigo un lamento mientras yazco poseída, ¿de quién seré ahora? ¿a quién he dejado esta noche llenarme de luz plañidera? Gusto de serlo, mientras dejo en el saco la preocupación de mi ineptitud intelectual.

Prefiero hartarme de tanta bonanza demencial, de música sin sentido en la avenida de mi descanso, mientras llego a los recuerdos, ¿no me has llamado? Deseo con insistencia llenarme de la media sonrisa y del canasto dulce, de mis lágrimas jubilosas que nacen antes de caer del castaño, antes de definirme como alguien. Prefiero ser ausencia en las cobijas, no, mejor el espacio vacío de las telarañas, de aquellas que tienen rocío matinal. Prefiero estar en lo inasequible, en el lamento que nadie vio, en el ruido del caracol al andar, en tus pensamientos veloces, donde apenas apareció mi ojo y pensaste que fue un roedor.

Se apaga lo que no puedo tocar y me posee.

Es la última vez, la última antes de que regresé a mi habitación de horarios y formas. Es la última vez que escupo al uniforme civilizado y me retuerzo como quien no entiende (no entiendo). En mis uñas queda algo de cariño, en mis dedos que saben tomar lo que les pertenece, vida en los extremos invisibles. La demolición de los nacientes y de todos ellos que apenas nacieron recae a veces aquí en la esquina espolvoreada de lo innecesario, sí, donde escribo, rumiante hartazgo de mi coxis, de las dos piernas con kilómetros en su historia . Es la última vez, la última.


BRENDA MARCELA R.M.


martes, 14 de octubre de 2014

Tus marcas

Me gustan todas tus marcas, las persigo. Líneas pequeñas de tinta, tus olores efímeros. En mi cuerpo habita el hambre, el prefijo de nuestro hablar. Antes de todo, estamos acariciándonos con el dolor de ser insaciables. Más para morder, más para beber, más par vivir en medio de tantas opiniones.

La violencia tiene un palacio, riquísimo por cierto, con vituperios en las alfombras y toda la cosa. Ahí deberían entrar sólo los sadomasoquistas como yo, las mil lepras y los tornados, todas las arcas que llevan a los muertos riendo obscenos con la lengua de fuera. Ay, requiero más dedos que tronar y romper, tengo veinte y no me alcanzan en la habitación que huele a desespero.

Leía tus libros y pensé: me gustan tus marcas finísimas. Las hiciste con tu mano derecha mientras calculabas la hora para marcharte, sí, eso creo. Recuerdo a alguien: quisiera ver a la mujer tan repleta como yo de sensaciones, que distinguió su nombre en la oscuridad y lo hizo un abanico de letras, que se erizo en un poema, hechizó sus ojos y fue amante sin tapujos, sin inhibiciones en las palabras ni en la carne. Tengo su nombre en mi mente, pero ella no vendrá. Así que escribo lo insatisfecha que soy, cómo se desborda mi hálito elemental, cómo quedo vacía después, y vuelvo a pedir más.

¿Terminaré hoy la meta? Comienzo a tener apetito, necesito saborear más las habitaciones, las calles, el sarro, los guisados que no sé preparar, el despertar de las flores, la agonía de la libélula, y luego, llevar mis palabras a los ríos  que se repliegan, dejan su brillo, su olor a ceviche. Dejar las palabras entre los cabellos de estrellas marinas, mientras los gritos trepidantes de los niños que no querían salir y fueron a jugar suben por la ciudad, mientras la tierra traga ancianos y la vida traga niños.

Hambre. La barranca donde sueltas los labios es mía nada más. Nació blanca, morirá color violeta. No estás lleno ¿verdad? Es insuficiente  el bolo cotidiano y mis pizcas de calor ultravioleta. Ten, ahora tendrás mi libido en tu espacio, en los metros cuadrados que a veces nos contienen. No basta ¿cierto? También requiero más qué sentir sobre tu asiento, no dice nada, está aquí soportando mis cuarenta y tantos kilos de agri-sol, de dul-terror.

Veía tus marcas, las inquietudes de tu silvestre alma, los grandes errores en tu construcción y mira: quedo deseosa de los cientos de ecos que contiene la historia, de las muertes no cuantificadas en el vientre de la naturaleza, de los gritos gatunos llenos de "más, más". Abrirás la puerta, tengo hambre. Alimento para tener más días o quizás dos llenos de esto.


BRENDA MARCELA R.M


domingo, 12 de octubre de 2014

DESTEÑIDOS

Treinta mil filos en la epidermis
dispuestos a avergonzarme.
...................................................

No siempre mis palabras
hijas del paladar sediento
(de vino y lengua)
tienen significado.
.................................................

Rugidos del amanecer,
amores desteñidos
con olor a cobija,
abuelita triste
con manos corrugadas,
¿buscas al abuelo?
...........................................

Luz medieval
a la misma hora
de hace seiscientos años,
te escondes en los vidrios
rotos de mi reflejo.


BRENDA MARCELA






miércoles, 1 de octubre de 2014

Reconciliación

Fue una reconciliación, una sonrisa triste. Acepté que debía ser así: transcurrir. No pelearé más contigo, Tiempo, me heriste con la saeta más sutil y llena de furia. Cada palabra será un resabio de lo que no te he dicho, ojalá te incomode un poco, -dije con el corazón dolorido-. Oculta en mis turbulencias, pienso en ti y ya se hace lejana la reconciliación.

Brenda Marcela R.M.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Remembranzas

De mi extremo zodiacal
de mi eterno retardo
¿qué puede nacer
de mi letargo!
..........................

Noche redonda,
besé la mugre de sus dedos,
recuerdo, dejé sus palabras
ya con maldad engendrada
en esa avenida y vine aquí,
dejándolo allá.
..................................

No siempre este sentimiento
tiene lágrimas en los ojos,
suele aparecer callado
en el piso, con el olor cítrico
de un día de muertos.


Brenda Marcela R.M.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Júbilo

¡No sabía que en los intersticios
de mi alma cavernosa
había tanto brillo!

Brenda Marcela

Silbidos

Es el amor
lo que me permite decir al viento:
susúrrales un dulce canto.
Es el que me permite decir
a los árboles e insectos:
besen su corazón,
denles un fruto para reír
con el néctar vital,
cada día, déjenlos salir
con una flor en su alma
para sonreír al respirar...
Es la vastedad de mi cuerpo
la que me deja amar
creando nuevos cuentos
sin ramas crepitantes en el corazón,
la que deja escapar caricias
a través de las nubes
que son mi extensión,
es mi eco el que me permite estar ahí
en mi tierra

con los silbidos de mi corazón.

Brenda Marcela R.M

domingo, 7 de septiembre de 2014

Ángeles

De donde vengo, apenas llegan los ángeles diáfanos y alados. Allá nunca han tenido una piel más humana, simple y fácil de romper.

Hoy, llego descalza al baldío, a mi oscuro cuarto en el noreste (eso creo), en el extremo de la casa. El escondite donde arrellano mis dolores para renacer al día siguiente con un alma embadurnada de fieras. Ya me iré a otro sitio, las canciones en la grabadora se hacen añejas, ya calzo otros zapatos, menos grandes, menos masculinos que los que mi padre me compraba.

Recojo basuras con el calor de mis manos, con su humedad trémula mato insectos. Siempre envejezco, no crezco. El olor de que algo se quema llega a  mi nariz, quizás se están quemando los ángeles en la lumbre para cocinar elotes, quizás en en pasto que arde en el monte. Qué delicia.

Nadie palpita más de la cuenta, la cuenta es correcta, exacta. Caen una a una las cuentas de entre mis manos, allá vas, gatita. Cuenta una historia que yo envejecí temprano y volvía  a nacer para contar esta historia. Sin embargo, son contados los días en que recuerdo todo lo contado.

Ahora, golpeo el sol de tu dentadura que sonríe, oh sí, sonríe.

Brenda Marcela R.M.

martes, 2 de septiembre de 2014

Viajero

I
Oh Viajero, ahí estaba yo, mentando madres a las madres que me empujaron hacia el vagón. Pirañas que corrían por un pedazo de asiento,  acurrucadas, encogidas en sí mismas, listas para dormir dentro de aquél asador.

II
Eramos miles y no sé por qué pero todos tenían, Viajero,  la boca pegada con cola. Menos el tipo de a lado, que la abría y me fumigaba.

III
Tengo el alma contenida en mi extensión de mujer, y aunque es bella, tiene sus inconvenientes. Ojalá fuese del tamaño de tu bolsillo, para que me llevaras tú, y no la chingada.

IV
Días, años, dentro de la corriente moderna, fatigada y sin tiempo. Pensaba en esas cosas importantes de vivir, Viajero mío, cuando reí un poco en medio del olor nuestro que guarda la tierra: besos sudorosos, prisas inacabables, lo que fue comida y ya no es de nadie. Reí, y quise  besar tu alma ¿Estarás ahora en otro cuento?

V
Me aguanté la risa. Parecían solemnes - también cansados, demacrados o aburridos, pero solemnes-. Pensé en el asiento reservado, Viajero: creo que no debería existir. Siempre hay quien aguanta ir parado y cede su lugar y hay a quien le va madres y sus nalgas prefiere aplastar.


Brenda Marcela R.M

sábado, 23 de agosto de 2014

Es bastante tiempo

Es bastante tiempo de comer sangre con la mirada,
de verla discurrir por los noticieros,
leerla en los diarios, oírla en  voz de los vecinos,
 casi puedo saborear la sangre emanando hora tras hora,
 en  cada esquina sobre de la tierra, ¡Cuántas noches de sentir los gritos de aversión,
 de la periferia del mundo a cada centro, y corazón?
Miraremos el cielo a la hora de un disparo,
cuando caigamos porque un hermano,
tuvo en sus manos la decisión.
 Nos hemos contagiado
de  prosperidad egoísta.
Destrucción a quien no es mi familia:
 no tienen origen ni historia,
son escoria, granos de sal.
La gangrena se ha colado en los pellejos humanos,
 por las gargantas  y las manos,
del cráneo al cerebro, tuyo y mío.
Se pudren las casas, las escuelas, las semanas.                  
Intuyo la podredumbre que se adueña de las gentes,
 temor e indiferencia,
en los niños, en  los hombres de saco y corbata,
en las madres sin aliento, y en los ancianos solitarios;
 en los profesores sin vocación, en las muchachas de uñas largas.                                
La veo en la basura de las calles, de las aulas,
la siento en mí,
germina,
se amontona, crece cual moho
peor que cualquier  hongo.
Será que los días son malos,
que todo ha perdido su sitio,
que  corremos lento,
y deseamos bastante,
que no confiamos en las sonrisas,
no entendemos a la tierra.                                    
¿será el tiempo a punto de estallar?
Ojalá lo hiciera.
¿Por qué nos carcome la miseria?
Olemos a seres humanos,
la ayuda apenas destella,
besamos las caricias,
 reímos aún,
¡Aún lo hacemos!
Pero la hilaridad no extingue a la desgracia.

Marcela Ramírez

tomado de Niño ¿Y por qué lloras sin mí? Litera, 2012


Hoy sé cómo se desmoronan las estrellas

Hoy sé cómo se desmoronan las estrellas.
Mis ojos no hallaron refugio,
 en la esquina donde aguarda el ocio,
 tampoco en el tiempo, dormido sobre tu sofá
¿Cómo se puede pudrir paz?
He visto caer la luz al pavimento mojado,
 igual se han ahogado las gotas que al océano no quieren llegar.
 Inmersos  aquí, nos sofocamos hombro con hombro,
así ha sucedido, no soy nadie, la humanidad es un ente sin rostro.
Yo nací, nací despierta,
después me he quedado en ensueños,
temiendo a las pesadillas.
He perdido mi causa, mi cauce,extravié el olvido,
mordí el pasado presente en las banquetas, en el tazón de la cena,
en la brisa incandescente, en el mudo respirar de la tierra.
Una gotita más, diluida en la sal: no me veo.
Hoy sé, cómo se desmoronan las estrellas.                                                  
He visto caer, lo más elevado:
intenciones, anhelos al mar salado de la pena,
¿Por qué no habrían de morir ellas

Marcela Ramírez

tomado de Niño ¿ y por qué lloras sin mí? Litera 2012

Niño

Niño
La cólera amarga mi pan.
Lloró por ti,
por tus lágrimas de adiós,
y  tus gritos de dolor,
pavor de tus piernas, al verse golpeadas,
 horror de tu alma cuando fuiste ofendido.
Sufro tu sufrimiento,  el mío no es nada,
ni un ínfimo segundo de tu cautiverio y tristeza.
 Lloro tu risa sepultada, la tarde de tu rapto,
 la lejanía, ¡infantil presencia!
Tu ausencia en tu cama y almohada,
 que hayas dejado solas las paredes de tu cuarto y casa.                                        
 Ojalá tus lágrimas borraran la sangre,
ojalá estas líneas sirvieran de algo,
que pudieran hacerte olvidar
y volver sin las llagas.
 Me avergüenza  pertenecer a la especie
que te arrebato el Día de Reyes, Navidad y cumpleaños,
que alejo de tus manos el pasto, tierra y castillos de arena.
Niño, no soy nada, pero en sueños siento la ruina.
Hoy desperté: sigue ahí,
 y me la quedo si tú te salvas,
la acepto si tu ríes y saltas.
 ¿Quién te tiene cautivo?
 Tampoco puedo reír,
nada ha ido bien,
no me dispongo a olvidar tu partida,
 lloro que hayas conocido,
 la perversidad con  pies y piernas,
que debías estar afuera ensuciando tus rodillas,
¡Ultrajaron tu alegría!
Odio que no puedo hacer más,
que las bestias te hayan encontrado,
lloro que no sé tu nombre,
y que quien lo conoce
te extrañe.

Marcela Ramírez,

tomado de Niño ¿ Y por quhé lloras sin mí?, Litera (2012)


sábado, 16 de agosto de 2014

Torpe búsqueda

Torpe la búsqueda,
yo ya estaba aquí
desenvolviéndome,
rasgando mi disfraz de niña
zurciéndole otra vez,
amando a la mazmorra
donde solía dibujarme
besando caracoles con luz
llené mi casa de espirales,
búsqueda exhausta
estuve aquí
cazando oscuridad
pintándola de blanco,
estuve y amé hasta implotar
escribí hasta reventar los dedos
que mi madre me obsequió
ya estaba aquí y el mundo murmuraba,
reía con la comida entre los dientes,
qué torpeza, oh, qué dicha.


Brenda Marcela R.M

MIEDO

Tenía miedo de faltar y de que nadie leyese las tundras que deparé para la diversión,  de que nadie supiese de la intensidad que lanzaban mis versos a la yugular, directo al estómago y a los genitales, para hacer amar, para desesperar. Temía que nadie supiese de la locomotora que surgía de mi garganta, de los temblores en mis dedos que me hacían escribir a la muerte y a la diosa que me permitió ser de cacao y veneno. Temía morir sin que nadie fuese ofendido por mis rumores, temía no ensangrentar ningún oído, temía no dejar mojados a unos cuantos y no poder jamás seducir con esperanzas a las mujeres. Temor infame que me rodeaba. Temor de cerrar todo sin hundir a nadie en la marea de peces que contenía en mí, peces dulces y hambrientos.Horror mío de asfixiarme con la muerte del cerdo y no dejar en nadie la chispa de mi menjurje selvático.

El horror se tornó sublime, una delicadeza al caer el sol sobre los cuerpos amontonados entre los que me encontraba. No importaba ya. ¿Qué sabía yo de las cuencas del hombre de a lado, o de las escamas de otros tantos? Nada, desconocía a toda la humanidad, a las mujeres que me ceñían de los brazos, a los niños que conmigo querían jugar. Horror pequeño. El sol nos escupía igual, la lluvia nos inflaba igual. Mañana sería mío y del mundo también, las flores se secaban con amabilidad. Delicado murmullo del día, pasó y se volvió ayer. Hinchados y deshechos, unos fueron primero. Delicado y singular fue aquél despertar.

Brenda Marcela R.M.

sábado, 2 de agosto de 2014

Cubículo punzocortante

Nací con la muerte-luz. Camino barrigona acolchada con mi día cubículo-llamada en la mente, triste rectángulo naranja, llevo tres pesos en la falda. Tal vez regrese o quizás, quedemos punzocortante-distantes de nuevo.


Nació la muerte, luz. Camino barrigona con mi cubículo acolchado que llama al día en la mente. Naranja en la falda, tristes tres pesos en mi rectángulo, tal vez quedemos punzocortante-distantes de nuevo con tu 'quizás regrese'.


Muerte-luz nació. Barrigona en mi cubículo acolchado, llamo al día que camina en la mente. Naranja triste en los tres pesos de mi rectángulo en la falda. Quizás regrese de nuevo y quedemos distantes con el punzocortante 'tal vez'.

Brenda Marcela R.M.





sábado, 26 de julio de 2014

Como las rocas del acantilado

Como las rocas del acantilado huelo el mar. Mi ombligo es la prueba de que fui arrojada de la misma manera y al final, estoy como tú: muriendo con sonrisa en rostro entre la arena.

¿Quién midió distancias entre nosotros? ¿Quién nos puso número y caducidad?  No mentiré. Soy tan muerte como los cerdos de la granja -el futuro jamón del que se alimentarán mis hijos-. Caigo como los ciervos que pastan, soy el alimento de las ranas, la lluvia que bebes, vengo de las mieles de mis padres para darte cariño, este dulce cariño que se desprende como un grito y se adhiere a tus orejas.  Relego hedor, risas disparatadas entre los espacios de mis dientes, sostengo tu cuerpo, hombre mío, con la luz de los manteles que me visten.

Provengo del material de las estrellas, dicen, soy de la sangre de Eva, dicen. Déjame darte la versión de mi corazón pervertido, él quiere explicarte sin palabras, abrirse con su tono obsceno y dejarse caer allí donde no es necesario llevar nombre, allí donde el sacrificio retoma su valor y los dioses nos acogen.

Nacimos con el mismo rayo partiéndonos el vientre. He ahí la luz, esa luz toda que buscas está en mis entrañas y va a ti, la sentirás de mi voz, oirás el cobijo del aliento, oirás la canción que no sé pronunciar, el poema que pensé para ti, no sabrás de dónde viene, y por la terraza viajarán mariposas. Los dedos de tus sueños te pellizcarán las costillas y tu hijo bailando en el barandal te preguntará dónde has estado.

Te construiré otra vez, mil veces si es necesario. La palestra, el escenario para tu café estará esperando para formarte y dejarme verte con el ceño fruncido y los labios de niño.


Brenda Marcela R.M.








domingo, 20 de julio de 2014

Aves venideras

Estupefacta, con las aves
construyo mi casa,
les permito quererme
me bañan con ramas
tallarán mis músculos,
todos mis huesos
y la carne áspera de las rodillas,
seré su alimento.

Que sientan los sueños palpitantes
que guardé en mí, desmenuzados
adheridos a la caja musical
a la plaza, al café
donde mi risa desprendida
llegó a los infiernos,
a los campos, al cielo,
a un pasado donde los niños
escucharon un gran trueno.

Aves, toquen las rosas de mis vellos
la mirada de desvelo, al poder que había
en la torcedura de mis espalada,
en el estremecimiento de mi vientre,
en mis dedos de flor.

Dentro de mi cráneo nebuloso
refulgen recuerdos: mi ventana
y su luz escurriendo hasta mis pies,
la sonrisa encendida,  mis ojos que ese día
no aguantaban tal inmensidad,
las figuras se acercaban en el inicio
de una dulce conflagración,
aves venideras, aves hoy.


Brenda Marcela R. M.

martes, 8 de julio de 2014

No lo que el mundo necesita

No lo que el mundo necesita para seguir siendo el mismo
mis sueños sin forma no caben en esta caja
troto con dulzura mientras mis brazos rompen paredes,
corren lágrimas vulgares por el amor que me dedico.

No lo que el mundo necesita para crecer ruin
sí lo que requiere para morir y deleitar con mieles,
no lo que pide para estar olvidado y sucio,
sí lo que nadie escucha para quedar desnudo.

No lo que el mundo necesita para seguir siendo el mismo
los tentáculos de la imaginación atraviesan los ladrillos que me contienen,
puedo besar a todos desde el esplendor de mi cuarto
y verme disminuida al mismo tiempo que beso a la mosca,
a la lombriz y a mi ombligo.

No lo que se necesita para esperar eternamente a mis hermanos
sí para alejarme de ellos y quererlos siempre,
no lo que se requiere para comprender el mundo
sí lo que se necesita para amarlo.

No soy lo que el mundo pide para crecer ruin.
aunque a veces la ruina se aparece aquí.


Brenda Marcela R.M.


martes, 17 de junio de 2014

Salía el sol

Salía el sol. Rostro cegador entre las nubes,
¿Dónde puse mi pie?
¿Nací antes de esa aurora?
Había hundido mis dedos con toda la intención (de ensuciarme)
antes de la tormenta azul trepidante.
.
Pisamos las ciénegas con la especialidad del día:
oscuridad anónima
¿quién eres tú para nacer?
¿para gritar al mundo tu logro misérrimo,
para danzar y sonreír con los dientes de fuera?
Lluvia avasalladora.

Sonrisas de roca, fundamento mío:
despedazar la tierra,
correr con los pies sucios, y quizás
encontrar el vacío perfecto
para descansar sin el corazón.

Sin el retrato que será vapor
en tu diminuta mano,
en el despertar con los tentáculos
exprimiendo el día,
imaginaciones del mundo sin realizar.

Está el mundo que crece y me deforma
el que alimento, por el que me dejo tocar.

Quiero el caldero, arrojar las caras,
las canciones derretidas
el color ciruela, mi roca
y mi sentimiento matinal.

Brenda Marcela R.M.













domingo, 8 de junio de 2014

Los mismos peces

Los mismos peces recorriendo la orilla
sus dientes afilados en mis ojos,
ahí donde llega la histeria desmedida.
Los gritos habituales me llevan al hastío
y tu sombra cansada de los mismos ruidos
dice algo inaudible
¿adiós?

Adiós a las pirañas que carcomen,
reinas del miedo que hierve en mí
los golpes son menos estruendosos,
las lágrimas apenas me encienden
pero viene la pequeñita
con los dientes ensangrentados
viene con la muerte en sus manos,
la muñeca que me dio un girasol
cuando apenas entendí.

Los mismos peces con los movimientos
de ayer, de hace siglos, despedazando
caigo en su juego, en la corriente
vuelvo a gritar, a temer.

Incoloro torrente, desprende la fuerza
de las millones de lágrimas vertidas en sus adentros
estoy aprendiendo a no ahogarme
a desgajarme con amor,
a salir de las aguas sin pirañas en mis ropas,
sin las pirañas de hace años.

Mi desnudez da un brinco,
oh, mi desnudez entre piedras y el brillo de los soles
aquellos que me besan en la locura
de poder salir, ¿podré salir?

Brenda Marcela




 

miércoles, 4 de junio de 2014

Maldad I

Admitámoslo, la serpiente, la araña, viven aquí, conmigo. Somos una legión. No me esforzaré por darte la vida de flores y azucenas. Me gusta el sonido del grifo cuando se abre y quiero estar desnuda, bañarme. Me imagino andar así por la ciudad, sin ropa, asesinar a los hombres que sean estúpidos. Que me vean, sí, pero que no sean estúpidos. Un par de arañas montaron su casa en mi habitación. Mi corazón tibio late y quiere comer. Me destruyo sin necesidad de alcohol, me preveo de otros mecanismos más lentos que saben bien.

Es cómodo inventarse otro nombre, escapar: Evadné ruge y puede ser bestial. Pero mis pies siguen en las mismas coordenadas. Ruin. Mi cabeza vuela,  se revuelca, me destruyo y los pies no se van. ¿Por qué? Las gitanas no huyen de sí mismas. Soy un gato, territorial.

No me pienses, tu cerebro va a derretirse. La marionetas, las malditas marionetas tiritan: hay que ser alguien en la vida alguien que valga la pena, lo dicen una y otra vez mientras se apuñalan.  Rómpeme que no entiendo. Prefiero aceptar mi perversidad. Soy perversa desde hace siglos. Cuando a la hoguera me llevaron, ya sabía yo lo que era, una demente con afición por la crueldad. Sin embargo, mi maldad siempre ha sido dulce, cautelosa, no ando en manadas. Mi maldad empieza conmigo misma y termina en otros, es como un manjar, se  resbala, se mete, atrapa las mentes y los cuerpo. Siempre de manera lenta y perfecta, siempre disfrutable y adictiva.

Brenda Marcela







Quimera

Todo lo que soy, lo que hago, caerá sobre el mundo. La imagen contemplada a través del agua. 
La abundancia de mis versos, el carmín de mis fondos, ¡quisiera alcanzar la orilla del desvelo donde se escribió este derrumbe, moronas y ruinas incandescentes! 

Me retuerzo en la quimera, la guía a mi universo dentro de este universo, la otra realidad, no más extraordinaria ni más bella, es sólo más abierta, sin trinches que me impidan caminar desnuda, el espacio donde disfruto la hediondez, al muerto erguido en mí, al estremecimiento dulce. La plenitud sin necesidad, sin porvenir, es el minúsculo intersticio que me reclama ser yo su pertenencia. Es el punto final, el punto máximo dentro de mí misma, allá voy. Fuera de él y de estos caminos herrumbrosos no soy nada, sólo quizás el eco después de mi retirada.

En este lugar me pregunto ¿habrá otra forma de soñar? otras palabras, sueños que no requieran los viejos adjetivos. Inventar. ¿Habrán sueños plagados de púrpura,donde no intervenga la pobreza de mis bolsillos ni la miseria que muestra sus dientes en la ciudad? ¿Cuáles son los fundamentos de este vagar absurdo? Están en la nada, qué placer. Es el río que murmura, el mar que me acoge, el viento que me arropa sin ni siquiera intentarlo.  Es mi facilidad para dejarme ir al instante donde pierdo todo, la esperanza, el sufrimiento, y las calles se amplían,  mis manos van  a la esquina de la existencia, allá van mis números y mis letras ¿cómo habría de perderlas!   Huesos, carne, todos mis vestigios se pierden y los huecos que me habitaron, aquellos que por sólo tenerlos he sido quién soy,  pequeñas diásporas, se desvanecen, me desvanezco.

Brenda Marcela






domingo, 27 de abril de 2014

Locas (y locos)

La ternura es el manto de mi rostro, tal vez. Soy dulce y puedo romper los dientes como lo hace un caramelo tieso. La marea se eleva dentro de mí, ¿podrán verlo en la mirada? Ana Karenina, la loca de los rizos ensangrentados, me recuerda a la histeria, esa que desde entonces es mi compañera. De noche el volcán hormonal  revuelve mi estómago, dilata mi pecho, revienta mis pupilas. Soy fácil presa de los celos, de la confrontación. Pero no me quejo, no hoy. La inmensidad del cielo toca mi piel, abraza mis pechos a través de la ventana, la noche huele a humedad. Ansiedad rústica, se mueve entre mis venas, todas: las de la cabeza, las de mis dedos, las de mis axilas, las de mi sexo.
 
Anaïs Nin, a veces en ella pienso, en sus amores, en su deseo femenino de donde nace la belleza. De cada letra suya surge un eco, desde la muerte la escucho. Y entre tantos pensamientos ¿Qué hacer con las culpas? ¿Seguiré abrazando los remordimientos de mi niñez, de mi placer mundano y sutil que disfrutaba en soledad? No. Ya no serán culpas plagadas de lágrimas, son un recuerdo, parte la roca que conforma mi alma. Cómo podría ser yo sin la pequeña que se restregaba en las sillas de su casa. No podría ser nadie más, de dónde vendría la sed, la confusión y la intensidad hecha poemas.

Mujer: mar rabioso, hogar de peces, tormenta que tira rayos a los cráneos. Encanto. Canto triste y amoroso, abrazador entre el vapor de la noche, a pesar de que la ciudad entera hace ruido.
 
Me arrellano en la existencia, en esta urbe mal construida tengo mi hogar. Escribo, hago cifras, leo conceptos ¡oh conocimiento! Noticias, información, datos inutiles. Millones de opiniones, ¿quieres mi opinión? No tengo.

¿Que sea crítica? Entonces no necesito masticar el bolo que ya cogieron todos, que ya cogió aquél que siempre tiene una opinión. Descerebrada por no creer en los mismos ídolos, pensadores intachables, lo soy por comenzar en mí, porque en mí apenas inicia la paz. 

Noche: preciosos locos desencantados, con la vida en la punta de sus dedos. Arrollados ya han muerto, Santiago, yo sé que apenas te conozco, pero tu poema lleva mi nombre, y las sales de la estrella me hacen recordarte.

Bestia-flor, alimento y grito, caricia, allá voy. No sé danzar, ni me importa, canto y bailo, me retuerzo a solas. Yo sé que después no habrá tristeza por lo inevitable. Pero canto y pienso en que ese día tal vez los vea, así como ocasionalmente vienen sus voces de las tumbas, de sus versos retorcidos, vendrán a tenderme la mano con su muerte absurda en la boca.

Elegancia para morir, no siempre es posible. Querida Sylvia, de qué otra forma habría de conocerte, si no era a través de tu muerte última, de las lineas que dejaste. Loca, una más, querida, y la de cabellera oscura que habló de peces, y la que sucumbió al mar, y donde hubieron niñas en los poemas antes de las pastillas; el del manicomio sólo durmió, y por supuesto, mi adorable compañero de fragilidad punzante: los amo, allá voy.


BRENDA MARCELA












sábado, 29 de marzo de 2014

Pequeños grises

Los rezos no sirven, los poemas tampoco,
me queda creer en los hombres.
Dedicado a un niño que no conozco:

PEQUEÑOS GRISES
La miseria ya estaba ahí desde hace años
pequeños comiendo sobras
andando en vestiduras grises
ellos ya sabían trabajar
y pedir centavos,
sabían ser ignorados
y sobrevivir,
sabían apenas mirar a los ojos,
y ser pateados.

La miseria ya estaba aquí desde hace siglos,
pequeños grises
lamiendo el sol de las calles
¡qué adultos de corazón frío serán!
igual que los zapatos que limpiaron
igual que el desdén con que fueron arrojados
ahí donde huele a olvido y desprecio,
¡Qué hombres indiferentes serán!
como quienes los vimos
dibujar círculos de mugre
en los pisos de la ciudad,
serán igual de torpes para llorar
por los que vengan,
para salvar a los que vengan
tal como hemos hecho nosotros.
Brenda Marcela

jueves, 13 de marzo de 2014

La música bastaba



La música bastaba
la soledad y el húmedo cuarto
con moho que soslayaba el vidrio,
la oscuridad y los dibujos
de aquellas mujeres que nunca fui,
de esos rostros que jamás seré.
Con la falda encharcada
y mis lágrimas torpes
sobre los cuadernos,
cantaba.
Cuerpo entero
y pezones asimétricos
la música bastaba,
el amor a mis oscuros labios
me arrancaban del suelo
a soñar ese artilugio
blanco, perfecto
donde la dulzura tiene encanto
con claros colores,
sabores suaves,
sin codos ásperos
ni pies cuadrados que esconder.
La música bastó y los deseos
pude guardarlos en los cajones,
sellar mis ojos y meterme
de donde jamás he salido
pequeña perra, pequeñita
naufraga en la polvareda del quinto día
azota en las paredes la magia,
ser voraz
más que insaciable, insatisfecha
con los días que mueren
dicen adiós.

Brenda M Ramírez

Nacer


Si hubieses nacido de mi ombligo, serías mi hijo. El viento no sopla: camina. Si naciste para nada, nacerás para mí. ¿Nacías para sorprenderme? Hiciste nacer mi mundo. Si nacieras simplemente, estarías naciendo constante. El viento no habla: olvida. En la realidad no has nacido. Naces en mi pensamiento.

Brenda M Ramírez

viernes, 14 de febrero de 2014

Garfio


Ronrronéame al oído, sé un gato entre mis huesos. Reviéntame que la luz no tiene dirección. He nacido con un garfio en el alma y te dolerá menos de lo que durará la vida, los inventos del final no los recordarás. Apenas te conozco, estás frente a mí y la vida te erosiona, te transforma, de lejos eres una migaja con sabor a sal.

Brenda Marcela

sábado, 8 de febrero de 2014

Tea


Ni un cuento te he escrito, ni un poema. Ninguna canción en tu nombre. Incalculable.
Se desbordan las aguas, viene el río con peces moribundos sin felicidad u odio que les acompañe.
Caían y yo quería ver caer a Dios ( no has entendido nada de filosofía, niña idiota). Marcar ceros, taches, derrotar la alegría y ser infausta para herir, ¿a quién?, ¿a ti? Eres de papel y huesos defectuosos.                   Mi mente es de cera y fuego. El corazón sabe a la tea con que prendes luces a tu virgen.

 Brenda M Ramírez

domingo, 26 de enero de 2014

Vacío


Aquí no puedes censurarme. Quizá me des alguna observación pero yo te daré el carajo que se desvanece en mi cuerpo. Llegaré tarde al mundo, no salvaré ni a un alma del suicidio. Mas cantaré en las cabezas de los moribundos pensando apenas en ti que eres el mundo. Y si el dios pequeñito que guardo junto a los dulces de mi niñez, si quiere abrazarme, le daré mi vacío y mi corazón que muere.

Marcela Ramírez

sábado, 4 de enero de 2014

Mariposas


Las aves mensajeras o las golondrinas
son buenas para usarlas en una novela,
donde se llevan cartas líricas
entre los aires a las princesas.

Pero en este mundo tan irreal de real
lo ideal son las mariposas y los poemas
un soplo, un beso, lo llevarían a ti
el valor que he sacado
de esos amargos días,
si mariposas fueran, te lo obsequiaría.

Curar tu soledad porque ya te veo
tu nuca bajo el sol, tus recuerdos añejos,
entre las paredes, entre tu cuerpo.

Curar la soledad con un beso
es el comienzo,
curar la vida con beso
curar el miedo con un beso.

Mariposas de colores
te llevarían un mensaje,
te harían reír de tan sólo posarse
sobre tus manos.

No serían mariposas comunes
en este mundo irreal,
qué hay de común en vivir
con tanto vuelo
tanto calor y deseo
tantas lágrimas en la cama,
gemidos en la aurora
risas al anochecer.

Marcela Ramírez

miércoles, 1 de enero de 2014

Digan



Digan si acaso no hay razones
para reír con los dientes rotos,
el corazón limpio,
los pieso sucios de andar
sin asfalto al alcance.
Qué interesa,
quiero su alegría,
abuelos,
no juventud porque envicia.
Amanezco cada día y me marchito
cual flor con el sereno de la noche
en mi cuarto
y pienso, ojalá duerman bien.
Mis deseos qué importan
cuando su hijo se fue
tan lejos,
se mueren los días
y ustedes de paso se van,
mi madre los llora,
pero aún así pienso
soñaŕan bien, sin dolor,
y mañana quizás llegue yo
y no les mentiré
no les diré nada.
Respiraremos su ambiente
sin miedo porque la fruta más rica
aún muere.

Brenda Ramírez