viernes, 29 de enero de 2016

Carta 2. Hueca ciudad

Querido amigo

Las luces de la ciudad se han apagado. Aunque el sol a veces me ofusca, la verdad que lo extraño un poco. Será que comienzo a entristecerme después de las tres de la tarde y entonces debo recuperar mi ánimo de formas inusitadas. No lo sé. Esto de vivir en la ciudad empequeñece el espíritu. Hay días en que el tropel de rostros en el metro o en los camiones me anestesia, no puedo centrar mi atención en ninguno de ellos, se vuelven inasequibles, lejanos y se adhieren al resto de masa andante. Un poco triste. Saber que puedes tener a tu mejor amigo a un lado y ni siquiera mirarlo de verdad a los ojos. También dañino. Deja tú, los altos niveles de smog. La agitación y los enojos cotidianos son los más peligrosos. A menudo comienzo a andar rápido y de pronto me doy cuenta que en realidad no tengo prisa alguna, o que de todas formas llegaré tarde. Tantas cabezas excitadas corren, con las cejas fruncidas. Vaya, en ocasiones yo misma me desespero de los que van muy lento, no obstante ¿quién soy para decirles cómo deben transitar por la vida?

Después, los autos frenéticos por llegar a donde sea, dejan escapar sus chillidos, es alucinante.
Amigo de mi alma y cuyo rostro no puedo mirar, yo sé enojarme muy, muy bien, lo reconozco. Pero es que en ocasiones no hay de otra. Nadie ama el suelo que pisa, ni respeta el arbusto de al lado, ni tiene consideración por el aire que se respira. El viento del cual todos tomamos a bocanadas, está infestado del nauseabundo aroma de los basureros improvisados por las personas. Quizá no se han parado pensar que todo eso se lo van a respirar, o que otros lo tendrán cerca de sus casas. A los perros los sacan a cagar en las jardineras y ahí queda un fósil que se evapora y vuela a los platos de comida casera y a los puestos de tacos. Como verás, cuando pienso estas cosas  sí me molesto y entonces,  de estar cerca, tendrías miedo de mí porque comienzo a pensar la manera en que los mataría: con torturas, les daría a beber miasma de la basura que dejaron hace meses, o les prepararía un pastel de desperdicios bien aderezados... En fin, sólo fantasías que sirven de distracción. ¿Será que nos concebimos merecedores de un paisaje mísero?

Pareciera que el tesoro ha sido extraído de las calles, de los cuerpos y sólo permanecen ruinas materiales y humanas que se mueven por inercia.

Me asomo al espejo, mi piel se ve gris y digo "ahora me camuflo entre las aceras polvorosas". Mi ceño está un poco arrugado, creo que me he contagiado de amargura citadina. Toco mi pecho, lo examino ¿se habrá escapado mi alma y ahora mi cuerpo, que ha quedado solito, quiere correr y apurase a lo tonto? Me llamo a mí misma "Hey Aras, ¿estás aquí?" Algo ríe en mí, río también. Aún tengo aquello que me dicta primorosas imágenes para aliviar el dolor de vivir, me hace sonreír convulsamente cual niña traviesa y sin censura.

Las tardes tienen su garantía de ser formidables,eso debo confesarlo, querido. Con frecuencia me acomodo en la ventana y veo las lenguas anaranjadas del cielo, en tanto el sol cae entre las montañas. Ya lo comprobarás tú mismo cuando el cielo se despeje.

Atte. Aras

martes, 26 de enero de 2016

CARTA AL IGNOTO


Queridísimo amigo cuyo rostro me es inasible

Déjame contarte de esta falsa soledad que circunda mi casa y mis pasos. Camino y estoy hablando conmigo, cocino y estoy dictando para mí cómo sazonar el arroz. Canto y estoy cantando a mis oídos una melodía que ya conozco bien. Y aún así, no me suelto a llorar. Más bien, recuerdo que era más aguda mi voz.  Mis formas han cambiado y también las palabras que uso. A pesar de ello, la vocecilla de áridos sollozos, de emoción infantil, ahí está encontrando caras en las paredes. Siempre manifestándose para mí. Me sorprende, la oigo a cada instante, la percibo y después la observo. Mi voz de colores verdes.

Me miro al espejo ¿cómo puedo ser yo la misma? ¿cómo mi piel teñida y estirada puede pertenecer a la misma que jugó a las muñecas hace años en un jardín lleno de helechos?
Sueño y estoy soñando para mi deleite. Observo el sol descender en su manto de mandarina y lo veo para mi consuelo. Me acaricio y estoy queriéndome porque sí. Entonces me digo "tudo vai dar certo".

Esta soledad tiene sentido porque sé que hay muchos allá afuera dirigiendo sus autos a una vida mejor, más próspera y segura, o quizá dirigen difícilmente sus pasos a una vida más larga y sobre todo saludable, porque dicen que la salud es lo más importante.  Hay otros pocos seres cerca de mi hogar y de mí, con los cuales puedo hablar a medias, pero no como hablo conmigo. Queridísimo amigo de ojos transparentes, ¿sabes que a veces es difícil ser totalmente sincero? A veces hay que callar un poquito y ser prudente. Hay que mantenerse pensando, omitir frases hirientes. Me gusta lo callado aunque a veces duela, porque en el estruendo de la convivencia no puedo respirar muy bien entre saludos y abrazos cordiales.

Mejor me dirijo entre las sombras del peral y las alfombras de jacaranda. Adapto mi ímpetu volador a las exigencias de la vida urbana. Es divertido muchas veces y otras, querido amigo, he de confesar que asusta blandir las alas sobre cúspides de basura.

¿Te he dicho que mi voz tiene hilos metálicos? A veces hablo por las noches y me despierta.
Pienso y estoy dotando a mi alma unas frases de apaciguamiento. Río y estoy riendo para mi olvido, para prescindir del mañana y del ayer, entonces río para mis órganos, para que salten de regocijo y si quieren morir, lo hagan.

Hasta pronto amigo mío, quizá mañana seas mujer y entonces te contaré de las virtudes de la soledad volcánica.

Atte. Aras

Pergaminos

He pensado en tildar
De besos cada miembro tuyo
Cual si fuesen pergaminos
Para enviarlos al futuro
En una botella plástica
Y cuando ya no te vea
Sacarlos de la alforja
Volverlos a tocar
Al menos mirar
Tus cálidas extremidades
llenas de besos

LA bala

Llega por el aire
Chifla y su hálito
Deja muertos alrededor
Pocos hablan en su presencia
Rebuznan corazones
Aquí la tierra da higos
Que se mueven como larvas
Ignoran los surcos deliciosos
Que la lengua puede dar
La ensucian como escoba
En la sangre y excretas
Andamos erguidos
Nos ensuciamos los pies.