¡A masticar pan remojado en té! Mi pasatiempo favorito. Recuerdo al gordo del camión, sus nalgas no caben en el asiento. Lo he visto nueve veces en mi vida con el volante en las manos, tengo compasión. Recuerdo el olor a fierro, brinquitos en el microbús, calles de mota, ojos a través de un vidrio quebrado.
Muerdo el orégano y la sopa la corto en dos ¿Por fin en casa? Sólo hasta que llegue mi verdugo.
Adiós a la música de Arjona. Hace años que revolcó a la misma gata tres mil veces, en todas las posiciones la hizo maullar.
Silencio.
Disfruto de los ojos desorbitados, la lengua dura, el golpe rítmico, la próxima generación que gruñe en mi vientre. Cállate, le insisto a mis impulsos de madre.
Debo escribir. Nada de ciencia, ni de lamentos: ¡Gocemos en mi penumbra, yo robé todas las luciérnagas de la Sierra Negra!
Llévate al culo, preciada existencia, a los corazones rotos.
Chocolate caliente, arden mis encías. Tengo una petición a la muerte: espero que me presente a Sylvia, no importa cuando.
Brenda Ramírez