Treinta mil filos en la epidermis
dispuestos a avergonzarme.
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No siempre mis palabras
hijas del paladar sediento
(de vino y lengua)
tienen significado.
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Rugidos del amanecer,
amores desteñidos
con olor a cobija,
abuelita triste
con manos corrugadas,
¿buscas al abuelo?
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Luz medieval
a la misma hora
de hace seiscientos años,
te escondes en los vidrios
rotos de mi reflejo.
BRENDA MARCELA
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