domingo, 21 de septiembre de 2014

Remembranzas

De mi extremo zodiacal
de mi eterno retardo
¿qué puede nacer
de mi letargo!
..........................

Noche redonda,
besé la mugre de sus dedos,
recuerdo, dejé sus palabras
ya con maldad engendrada
en esa avenida y vine aquí,
dejándolo allá.
..................................

No siempre este sentimiento
tiene lágrimas en los ojos,
suele aparecer callado
en el piso, con el olor cítrico
de un día de muertos.


Brenda Marcela R.M.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Júbilo

¡No sabía que en los intersticios
de mi alma cavernosa
había tanto brillo!

Brenda Marcela

Silbidos

Es el amor
lo que me permite decir al viento:
susúrrales un dulce canto.
Es el que me permite decir
a los árboles e insectos:
besen su corazón,
denles un fruto para reír
con el néctar vital,
cada día, déjenlos salir
con una flor en su alma
para sonreír al respirar...
Es la vastedad de mi cuerpo
la que me deja amar
creando nuevos cuentos
sin ramas crepitantes en el corazón,
la que deja escapar caricias
a través de las nubes
que son mi extensión,
es mi eco el que me permite estar ahí
en mi tierra

con los silbidos de mi corazón.

Brenda Marcela R.M

domingo, 7 de septiembre de 2014

Ángeles

De donde vengo, apenas llegan los ángeles diáfanos y alados. Allá nunca han tenido una piel más humana, simple y fácil de romper.

Hoy, llego descalza al baldío, a mi oscuro cuarto en el noreste (eso creo), en el extremo de la casa. El escondite donde arrellano mis dolores para renacer al día siguiente con un alma embadurnada de fieras. Ya me iré a otro sitio, las canciones en la grabadora se hacen añejas, ya calzo otros zapatos, menos grandes, menos masculinos que los que mi padre me compraba.

Recojo basuras con el calor de mis manos, con su humedad trémula mato insectos. Siempre envejezco, no crezco. El olor de que algo se quema llega a  mi nariz, quizás se están quemando los ángeles en la lumbre para cocinar elotes, quizás en en pasto que arde en el monte. Qué delicia.

Nadie palpita más de la cuenta, la cuenta es correcta, exacta. Caen una a una las cuentas de entre mis manos, allá vas, gatita. Cuenta una historia que yo envejecí temprano y volvía  a nacer para contar esta historia. Sin embargo, son contados los días en que recuerdo todo lo contado.

Ahora, golpeo el sol de tu dentadura que sonríe, oh sí, sonríe.

Brenda Marcela R.M.

martes, 2 de septiembre de 2014

Viajero

I
Oh Viajero, ahí estaba yo, mentando madres a las madres que me empujaron hacia el vagón. Pirañas que corrían por un pedazo de asiento,  acurrucadas, encogidas en sí mismas, listas para dormir dentro de aquél asador.

II
Eramos miles y no sé por qué pero todos tenían, Viajero,  la boca pegada con cola. Menos el tipo de a lado, que la abría y me fumigaba.

III
Tengo el alma contenida en mi extensión de mujer, y aunque es bella, tiene sus inconvenientes. Ojalá fuese del tamaño de tu bolsillo, para que me llevaras tú, y no la chingada.

IV
Días, años, dentro de la corriente moderna, fatigada y sin tiempo. Pensaba en esas cosas importantes de vivir, Viajero mío, cuando reí un poco en medio del olor nuestro que guarda la tierra: besos sudorosos, prisas inacabables, lo que fue comida y ya no es de nadie. Reí, y quise  besar tu alma ¿Estarás ahora en otro cuento?

V
Me aguanté la risa. Parecían solemnes - también cansados, demacrados o aburridos, pero solemnes-. Pensé en el asiento reservado, Viajero: creo que no debería existir. Siempre hay quien aguanta ir parado y cede su lugar y hay a quien le va madres y sus nalgas prefiere aplastar.


Brenda Marcela R.M