Hay que dividir en diferentes secciones el despertar. Algunas son para llorar. Unas más para gritar. Otras para preguntarse sobre el vuelo de las moscas. Otra sección es dedicada a la fantasía, ¿cuál es mi sección favorita? No me atrevo a estar en ningún lugar preciso, voy de aquí allá, de una frontera a otra, camino sobre la línea que divide las secciones de mis días. Puedo decir y desdecirme. Evocar argumentos interesantes y muchos falsos a drede. Enunciar mentiras encantadoras. Lo incompresible, lo que carece de sentido, no debo explicar. Nadie entra al ascondite donde tengo celos y envidia. Soy experta en pronunciar dulces embustes, especialmente a mí misma. En mis sueños tengo esclavos y ellos me adoran, me tocan incesantemente durante tardes enteras, hasta cansarme, hasta hacerme desvariar. Yo les digo ya basta y ellos siguen porque saben que les miento. Se calman cuando les cuento la historia donde la mariposa de alas violetas sale de su crisálida, tiene enormes pechos, por eso todo macho la adora y busca acompañarla. Se quedan así, mis queridos esclavos, imaginando a la sensual mariposa. En tanto es mi hora de salir corriendo al cuartel donde lloro. Huyo. Uso mis lágrimas para bañar mis pechos rozados por las caricias. Lloro porque me da la gana. Alguien me dijo "llora, duquesa de los catafractos", por eso lo disfruto. La sal horada la piel y suaviza mi sangre. No puedo permanecer demasiado tiempo en la hora lacrimosa. Llega el instante de la meditación, no quiero, no quiero. Llega el minuto para pensar en cosas importantes, prácticas, las que me mantienen con vida y pan en la mesa. Resignación ven a mí. El mecanismo de sobrevivencia me auxilia, hago las cuentas y los planes. Huyo. Ahora anoto las instrucciones para dividir los días como rebanadas de queso, las fantasías deben demorar más. Es la noche, la histeria entrometida en muchos segundos, tiempo de apagarse.
Bren Mar