martes, 17 de junio de 2014

Salía el sol

Salía el sol. Rostro cegador entre las nubes,
¿Dónde puse mi pie?
¿Nací antes de esa aurora?
Había hundido mis dedos con toda la intención (de ensuciarme)
antes de la tormenta azul trepidante.
.
Pisamos las ciénegas con la especialidad del día:
oscuridad anónima
¿quién eres tú para nacer?
¿para gritar al mundo tu logro misérrimo,
para danzar y sonreír con los dientes de fuera?
Lluvia avasalladora.

Sonrisas de roca, fundamento mío:
despedazar la tierra,
correr con los pies sucios, y quizás
encontrar el vacío perfecto
para descansar sin el corazón.

Sin el retrato que será vapor
en tu diminuta mano,
en el despertar con los tentáculos
exprimiendo el día,
imaginaciones del mundo sin realizar.

Está el mundo que crece y me deforma
el que alimento, por el que me dejo tocar.

Quiero el caldero, arrojar las caras,
las canciones derretidas
el color ciruela, mi roca
y mi sentimiento matinal.

Brenda Marcela R.M.













domingo, 8 de junio de 2014

Los mismos peces

Los mismos peces recorriendo la orilla
sus dientes afilados en mis ojos,
ahí donde llega la histeria desmedida.
Los gritos habituales me llevan al hastío
y tu sombra cansada de los mismos ruidos
dice algo inaudible
¿adiós?

Adiós a las pirañas que carcomen,
reinas del miedo que hierve en mí
los golpes son menos estruendosos,
las lágrimas apenas me encienden
pero viene la pequeñita
con los dientes ensangrentados
viene con la muerte en sus manos,
la muñeca que me dio un girasol
cuando apenas entendí.

Los mismos peces con los movimientos
de ayer, de hace siglos, despedazando
caigo en su juego, en la corriente
vuelvo a gritar, a temer.

Incoloro torrente, desprende la fuerza
de las millones de lágrimas vertidas en sus adentros
estoy aprendiendo a no ahogarme
a desgajarme con amor,
a salir de las aguas sin pirañas en mis ropas,
sin las pirañas de hace años.

Mi desnudez da un brinco,
oh, mi desnudez entre piedras y el brillo de los soles
aquellos que me besan en la locura
de poder salir, ¿podré salir?

Brenda Marcela




 

miércoles, 4 de junio de 2014

Maldad I

Admitámoslo, la serpiente, la araña, viven aquí, conmigo. Somos una legión. No me esforzaré por darte la vida de flores y azucenas. Me gusta el sonido del grifo cuando se abre y quiero estar desnuda, bañarme. Me imagino andar así por la ciudad, sin ropa, asesinar a los hombres que sean estúpidos. Que me vean, sí, pero que no sean estúpidos. Un par de arañas montaron su casa en mi habitación. Mi corazón tibio late y quiere comer. Me destruyo sin necesidad de alcohol, me preveo de otros mecanismos más lentos que saben bien.

Es cómodo inventarse otro nombre, escapar: Evadné ruge y puede ser bestial. Pero mis pies siguen en las mismas coordenadas. Ruin. Mi cabeza vuela,  se revuelca, me destruyo y los pies no se van. ¿Por qué? Las gitanas no huyen de sí mismas. Soy un gato, territorial.

No me pienses, tu cerebro va a derretirse. La marionetas, las malditas marionetas tiritan: hay que ser alguien en la vida alguien que valga la pena, lo dicen una y otra vez mientras se apuñalan.  Rómpeme que no entiendo. Prefiero aceptar mi perversidad. Soy perversa desde hace siglos. Cuando a la hoguera me llevaron, ya sabía yo lo que era, una demente con afición por la crueldad. Sin embargo, mi maldad siempre ha sido dulce, cautelosa, no ando en manadas. Mi maldad empieza conmigo misma y termina en otros, es como un manjar, se  resbala, se mete, atrapa las mentes y los cuerpo. Siempre de manera lenta y perfecta, siempre disfrutable y adictiva.

Brenda Marcela







Quimera

Todo lo que soy, lo que hago, caerá sobre el mundo. La imagen contemplada a través del agua. 
La abundancia de mis versos, el carmín de mis fondos, ¡quisiera alcanzar la orilla del desvelo donde se escribió este derrumbe, moronas y ruinas incandescentes! 

Me retuerzo en la quimera, la guía a mi universo dentro de este universo, la otra realidad, no más extraordinaria ni más bella, es sólo más abierta, sin trinches que me impidan caminar desnuda, el espacio donde disfruto la hediondez, al muerto erguido en mí, al estremecimiento dulce. La plenitud sin necesidad, sin porvenir, es el minúsculo intersticio que me reclama ser yo su pertenencia. Es el punto final, el punto máximo dentro de mí misma, allá voy. Fuera de él y de estos caminos herrumbrosos no soy nada, sólo quizás el eco después de mi retirada.

En este lugar me pregunto ¿habrá otra forma de soñar? otras palabras, sueños que no requieran los viejos adjetivos. Inventar. ¿Habrán sueños plagados de púrpura,donde no intervenga la pobreza de mis bolsillos ni la miseria que muestra sus dientes en la ciudad? ¿Cuáles son los fundamentos de este vagar absurdo? Están en la nada, qué placer. Es el río que murmura, el mar que me acoge, el viento que me arropa sin ni siquiera intentarlo.  Es mi facilidad para dejarme ir al instante donde pierdo todo, la esperanza, el sufrimiento, y las calles se amplían,  mis manos van  a la esquina de la existencia, allá van mis números y mis letras ¿cómo habría de perderlas!   Huesos, carne, todos mis vestigios se pierden y los huecos que me habitaron, aquellos que por sólo tenerlos he sido quién soy,  pequeñas diásporas, se desvanecen, me desvanezco.

Brenda Marcela