miércoles, 27 de abril de 2016

Depredación

Cada día, inevitablemente, me como a mi gato. Engullo sus ojos con licor, mastico su pelo y me trago su carne. Cada día le quito las orejas y la goma de sus patas. Dejo a un lado sus bigotes. Relamo mis labios y me siento culpable. Me quedo sola toda la noche tratando de cazar grillos. Cada día mi gato regresa, tiene muchas vidas y las potencia. Lo abrazo, le obsequio un ratón a ver si me perdona. Pero qué he de hacer: soy una depredadora que deja correr sus lágrimas pardas en un gato. Vivo en la madriguera citadina y estoy hambrienta. Por no descender a tocar el suelo infestado de lama, prefiero quedarme aquí y comerme a mi gato.  Mas algún día le diré que se vaya.

A veces me asomo por la ventana a ver si algo ha cambiado, para ver si no han aplastado las flores, soy guardián de flores. Los brotes y capullos siguen pero cuando los aplasten he de ir a protegerlos ahí donde las disparidades dan muerte, donde todo individuo es peligroso y se abren zanjas para no mezclarse unos con otros.

Desnuda, con mis pechos tocando el aire, los pezones juegan con las hojas que los rozan. Me abalanzo sobre la ventana. Extiendo los brazos porque mis axilas necesitan el frescor meridiano. Abajo nadie me ve, ni ha de verme. No entienden que mi gato me quiere, me araña y literalmente me llena de cariño. Es gato y no gata, no tenemos problemas por ser distintos, a él le gusta acurrucarse en mi diferencia, no me lastima ni me lacera. No le interesa mi escasez de pelo mientras pueda amasarme las piernas. Aquí es más sencillo nacer, por eso mi gato nace cada día, vive y muere porque lo necesito.

Temo bajar: todo es fragmentación. Empezaron unos y le siguieron otros, después vinieron más y ahora son tantos luchando a muerte. Unos son más rencorosos y ciegos, otros más crueles y los hay simplemente idiotas.

Preferí volverme salvaje y dormir con mi gato en la esquina de la habitación donde las arañas reunidas atrapan a las moscas que traen resquicios de allá abajo, suciedad civilizada dentro de la inmundicia. A las hormigas les permito comerse mis dedos y otros bichos chupan mi sangre. Después viene mi gato y me acicala con su áspera lengua.

Así nos comemos unos a otros y estamos bien. Yo me como a mi gato pero a mí me comen los insectos, y estos mueren por las arañas y éstas también se dan banquete con las moscas, mi gato se come el ratón que le regalo y al ratón lo he visto comer chapulines que comen otros insectos.

 Es mi gato y pronto le diré que se vaya. Ya he de caer muerta el día que baje con mi carne expuesta, con mi piel tan reprobable, con mis pezones vergonzosos y no voy a necesitar que me alimente.


Bren Mar

sábado, 16 de abril de 2016

¿Y si se equivocan?

Aquí todos son expertos en justicia. Están proveídos del mejor juicio,de las opiniones más acertadas, todos poseen ideas claras y esquemas por de más diáfanos. Son, incluso, sumamente creativos para proponer los castigos que han de terminar de una vez por todas con los abusos, y si no, al menos propinarán el sufrimiento merecido. Aquí son hábiles con las palabras, con los insultos fructíferos disponibles en todo momento. El disenso se pierde, porque aquí las voces en avalancha, en tendencia creciente,en masa, suenan fuerte y son las dictan cómo las cosas son. Las palabras, a veces, casi son ciertas. Casi. Hay una brecha pequeñísima donde cabe la duda a la que pocos recurren porque es incómoda.
-Pero ¿quién va a dudar? Si es evidente ¡Evidentísimo!
-Muy bien.
-Hay indicios.
 -Perfecto.
-Testigos (totalmente neutros)
 - Ajá
-El 90% piensa igual y están de acuerdo
- Bien, pero, ¿y si...?

Sedientos de justicia, por favor, este mundo se cae a pedazos, ¡no lo ves! Peor que nunca,, este mundo enchido de delincuencia, abusos, robos, homicidios. Justicia, por favor, Mas la desesperación, desestabiliza el organismo, hace tremer, la cabeza se calienta, los ojos se dilatan: ¡hay miseria donde sea que se mire! Hay miseria y hay culpables de esa miseria ¡Es culpable, es evidente, evidentísimo!

Hemos de estar con los ojos bien abiertos para castigar, para juzgar hasta el hartazgo, Porque de tanto insistir, a veces puede dar resultado y todos los dedos señalando al mismo punto no mienten. Hay castigo para los más miserables.
-¿No ves su cara de pervertido, de rufián? ¿no lo ves!
-Lo veo. Pero ¿y si?

A veces da resultado tanto insistir junto con mil voces marchando al mismo veredicto. y las voces sofocan el disenso, y los gritos usurpan la verdad. El bullicio se eleva porque es evidente, no cabe duda. Aquí todos somos privilegiados de poder decir, decir y decir al antojo. Pero se dice con tanta facilidad. Tan seguros de nuestras propias palabras que las creemos, las dejamos relucir ante la menor provocación, La palabras es fuerte, marca y lacera en la misma media que puede conmover y halagar, no debería de tomársela tan a la ligera porque  ¿Y si se equivocan? ¿ Y si nos equivocamos?

Brenda Marcela


sábado, 9 de abril de 2016

Nota desde el infierno urbano

Yo pienso que el mundo está mal. Aunque el mundo debe creer que estoy equivocada. Como mis amigos, que escupen a los hombres sin sombrero, los regaño y ellos no consideran ni una de mis palabras. Aún así, los amo tanto, despreocupados, torpes.
El mundo así, en abstracto, me parece inasible, incomprensible. Quiero sabotearlo.
Al mundo lo moldean los hombres. Y me parece que algo falla. La forma es inadecuada y huele mal. Hay gritos dentro de un hoyo en la tierra. A los gusanos se les repugna por comer nuestros cadáveres mientras nosotros nos encargamos de matarnos.
El mundo me parece más complejo que cuando era niña. Ahora debo considerar todo. Antes sólo consideraba a los actores de mis juegos, tres muñecas, unos osos y a mi hermano de grandes anteojos.
Cuando me hice complicada, comencé a pensar en la eternidad, y esa es aún más incomprensible. Tiene fauces que te chupan hasta dejarte atarantado, no cabe en ningún lado (menos en  mi cabeza), por ella empecé a desesperar.
Hay algo que no cuaja. Saber varios idiomas no da para entendernos.¿ El lenguaje es oscuro? Algo así como lo expresa Rodolfo Bucio:

Desconfío del lenguaje. 
¿Cómo escribir, por ejemplo, tu nombre que sabe a ventana? ¿Cuál acento me llevará a encontrarte bajo las sábanas o sabanas? ¿Con qué lenguaje deletreo a/m/o/r  cuando estás lejos? 
¿Quién me dirá, finalmente, con qué palabras, si todo esto ha existido?


No lo sé. A mi me gusta hablar así y decir estas cosas, algo allí debe estar mal, porque soy una parte pequeñita de este mundo que pienso tiene un defecto imperdonable.
A lo mejor el mundo debería estar compuesto de hombres con temperamento de gato. Cariñosos y a la vez desapegados, para no crear conflictos. Deberían ser hombres gatunos para dormir más horas al día, lamerse el cuerpo unos a otros , y dejar a las jacarandas, rosas, yerbas y arbustos crecer sin nadie estropeando las hojas a cada instante.

El mundo está mal, eso pienso, y desde mi perspectiva de pulga-humana, puede que esté en un error.

Aras

martes, 5 de abril de 2016

5 Malestar

¿Los malestares intestinales son irrelevantes? No son sublimes pero siempre interfieren en lo práctico. En las juntas, en las charlas, en el encuentro romántico. Si duele, el color del mundo es plomizo. El dolor físico arrastra al dolor de existir. ¿Para qué aferrarse a vivir plagado de dolores constantes? ¿En las sienes, en las tripas, en los huesos? Las agruras de sentarse frente a un vaso con agua. El dolor de un cuerpo descompuesto, un poco roto de aquí, podrido de allá, destartalado de acá. Escucho música: es tan breve. Sigo recostada en al cama deglutiendo minutos que raspan mi garganta. Un espasmo moldea mi rostro. ¿La cara del dolor será arrugada como mi ceño y mis intestinos?
"El no ser perfecta, me hiere" escribió Sylvia Plath, y bien podía referirse a su alma o a su mente. Yo lo extendería al cuerpo destinado a la decadencia. A veces lenta, a veces precipitada. De una locura que punza en la frente, toma una píldora. De un desequilibrio en los bichos que te habitan, traga una pastilla. De una invasión indeseable bebe jarabe. Un remedio para vivir, aunque después duela otra vez.  Extirpar lo que falla, lo que sobra. Sustituir lo deteriorado. Esperar meses, años para aliviar el mal. El dolor es fuerte y denuncia el arribo de la enfermedad. Un desperfecto en la construcción. La imperfección duele, y hiere.
El alma se exaspera y entierra las uñas. El cuerpo se remueve insistente. Vamos por cien años más para saborear los avances de la humanidad, y con suerte un medicamento para paliar cualquier dolencia. Aunque se hayan caído los dedos de tanto  insistir y los ojos se hayan nublado de abrirlos demasiado por tratar de leer el mundo. Aunque siga el dolor como un golpe en el costado.
La vulnerabilidad es evidente. El acecho de los peligros, constante. El dolor inminente con su catálogo de lugares donde atacar. Se manifiesta la condición ridícula en que nos hallamos, sometidos al miedo de segur existiendo, por favor, lejos del riesgo. Si llega por la ventana un catarro del diablo o un accidente embrutecedor: nos desbaratamos. Ojalá no se sintiera. Pero se siente en la entraña. En la pierna necrosada. Estoy aquí con la orilla de mí en el abismo dispuesto al sueño. Mejor dormir a seguir con la aguja picando la lengua.
Cansancio. Hay una guerra, nubarrones, desagües en este cuerpo y sus sofisticados sistemas. He podido incorporarme en medio de un vomito ácido  para escribir la despedida. Para callar. Tal vez el silencio sea corto como las canciones, amigo. Escribiré pronto.
Atte. Aras