martes, 19 de julio de 2016

Quiebra la montaña


Montaña cuya cima habrá de quebrarse. Pez que se abrirá paso. Va a destrozar la piel que mis designios tejieron. Sin saberlo, olerá la brisa envuelta que viste un martes o un sábado y el alba bañará su cuerpo. Va a irrumpir un momento como la ola en la tormenta, con su grito romperá la forma en que cuento el tiempo.

En el renacer de cada luna no atino a cerrar los ojos. Permanezco atenta a su ímpetu que pronto desbordará las aguas.

Bren Mar

domingo, 17 de julio de 2016

Ruido y caracol

Tanto mundo es abrumador. Me es imprescindible. Estoy con un pie en su corva, con las manos en su ombligo, escalo cordilleras que son su espina principal. Sobre el mundo, en medio de él. Bocas por doquier, no las entiendo y aquí estoy, queriendo decirme algo.  Nadie dijo 'yo quiero nacer', y al final, los vivos hacen demasiado ruido. Oigo súplicas y hasta las imágenes, las fotografías quieren hablar. Sus opiniones se reproducen y provocan estertores. Los vivos hacen ruido y piden permanecer, entonces, arrojan a sus hijos a la tierra con verdadero deseo. Ahí donde sonríe la vida un poco, de los labios escondidos, salen bebés. Es demasiado. Me refugio en el silencio. Silba a veces el caracol en mi oído. Silbo a veces yo. Mucho ruido. Mejor río. Las voces son estúpidas cuando salen en tropel.

Bren Mar

sábado, 2 de julio de 2016

Devoción

I Devoción
Tu cabeza es una roca medieval llena de musgo. Admiro tu paso entre la animalidad. Has mostrado tus dientes y tu garra sanguinaria; has mostrado tu lengua, viscosa labia. Tus ojos de tierra y aliento de heno me han hecho quererte. Sigo tu rastro, con la nariz entre la yerba.
II
Me construyó de cieno mil veces para encantarte. Pongo y quito a mis extremidades. Me destruyo porque jamás es suficiente. Reconozco que mis pies son ramas torcidas. Pero el lodo es maleable y lo convierto en algo exquisito ante tus ojos.
III
Tu palabra hiere. Es firme y filosa cual estaca. Te creo todo. Parece que todo lo entiendes.
IV
Me obsesiona la idea de machucarte. Dejarías de ser el único con razón y suerte. Revolvería tu cabello para reformar tus saberes, y yo, hecha y deshecha, te sostendría en mis dedos para comerte.
V
¿Me querrías? ¿Admirarías la veintiún mil inseguridad de mis entrañas?
Si te mostrara los despojos de las transformaciones, verías que no es fácil mantener la integridad de mi pecho salino, de mi regazo de greda.
Bren Mar