lunes, 3 de noviembre de 2014

Estampida

No lo sé. Quizás sea un leve ciervo corriendo en el interior, y después, es devorado por el incendio de estas prisas, de este andar. El humo quema y me deja roja, prendida de dolores.

Las nubes abotonan el cielo. Recuerdo su boca pinta de dulces de leche, y viene a mí el olor de no volver. De dejar, de dejarme por kilómetros de ecos reconstruidos, horadados por las horas de mi llanto. Yo no sé decir te extraño, porque mi pensamiento más bien, queda manchado de sus caramelos, queda arrugado de su ceño, de lo insoportable que es cuidar a alguien, procurar su vida con los restos de mi vida, protegerlo de los males, a la vez, que lo expongo a otros desatinos.

Voy a dejarlo subir en las rocas de aquél monte, tapizado de quehaceres, con el aprendizaje oloroso a lo nuevo, a lo incierto, a la emoción de andar por ahí sin la pretensión de ser nombrado en las grandes asambleas. Con el único deseo de abrazar el aire otoñal  a la misma hora que todos llegamos a casa, y el copal nos sopla los humores, y el guisado en la estufa remueve nuestro apetito. Los abrazos aquellos van a venir a exprimir mi aliento amargo.

Es un estampida recorriendo mi pecho, va a la garganta. Apenas puedo saber cómo he venido a tejer mis anhelos, el sabor de mis sentimientos. Quiero dejar libre la insistencia de lo mío.Sueño no querer con insistencia nada, aunque tal vez quede muda, y andar así como en quien pienso, con los brazos ligeros y el alma abierta.

BRENDA MARCELA