martes, 14 de octubre de 2014

Tus marcas

Me gustan todas tus marcas, las persigo. Líneas pequeñas de tinta, tus olores efímeros. En mi cuerpo habita el hambre, el prefijo de nuestro hablar. Antes de todo, estamos acariciándonos con el dolor de ser insaciables. Más para morder, más para beber, más par vivir en medio de tantas opiniones.

La violencia tiene un palacio, riquísimo por cierto, con vituperios en las alfombras y toda la cosa. Ahí deberían entrar sólo los sadomasoquistas como yo, las mil lepras y los tornados, todas las arcas que llevan a los muertos riendo obscenos con la lengua de fuera. Ay, requiero más dedos que tronar y romper, tengo veinte y no me alcanzan en la habitación que huele a desespero.

Leía tus libros y pensé: me gustan tus marcas finísimas. Las hiciste con tu mano derecha mientras calculabas la hora para marcharte, sí, eso creo. Recuerdo a alguien: quisiera ver a la mujer tan repleta como yo de sensaciones, que distinguió su nombre en la oscuridad y lo hizo un abanico de letras, que se erizo en un poema, hechizó sus ojos y fue amante sin tapujos, sin inhibiciones en las palabras ni en la carne. Tengo su nombre en mi mente, pero ella no vendrá. Así que escribo lo insatisfecha que soy, cómo se desborda mi hálito elemental, cómo quedo vacía después, y vuelvo a pedir más.

¿Terminaré hoy la meta? Comienzo a tener apetito, necesito saborear más las habitaciones, las calles, el sarro, los guisados que no sé preparar, el despertar de las flores, la agonía de la libélula, y luego, llevar mis palabras a los ríos  que se repliegan, dejan su brillo, su olor a ceviche. Dejar las palabras entre los cabellos de estrellas marinas, mientras los gritos trepidantes de los niños que no querían salir y fueron a jugar suben por la ciudad, mientras la tierra traga ancianos y la vida traga niños.

Hambre. La barranca donde sueltas los labios es mía nada más. Nació blanca, morirá color violeta. No estás lleno ¿verdad? Es insuficiente  el bolo cotidiano y mis pizcas de calor ultravioleta. Ten, ahora tendrás mi libido en tu espacio, en los metros cuadrados que a veces nos contienen. No basta ¿cierto? También requiero más qué sentir sobre tu asiento, no dice nada, está aquí soportando mis cuarenta y tantos kilos de agri-sol, de dul-terror.

Veía tus marcas, las inquietudes de tu silvestre alma, los grandes errores en tu construcción y mira: quedo deseosa de los cientos de ecos que contiene la historia, de las muertes no cuantificadas en el vientre de la naturaleza, de los gritos gatunos llenos de "más, más". Abrirás la puerta, tengo hambre. Alimento para tener más días o quizás dos llenos de esto.


BRENDA MARCELA R.M


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