jueves, 16 de octubre de 2014

Posesión

Cada que surge una ola, tomo otro papel, tecleo un fondo blanco para derrochar como juguetes en la habitación, mis juegos y mentiras. Tengo ideas demasiado ordenadas para juntar unas con otras y son rebeldes también: mezclo poesía desorbitada con el canto de la respiración, palabras con un bello sonido que carecen de significado (son mis favoritas), dejan tantita locura chocolatosa en mí y van riéndose de lo vano de mi trabajo.


Hey, sí, estoy poseída, de vez en cuando, unas seis veces por mes no sé escribir cosas con lógica, ni tratados, desconozco la seriedad de la investigación, diez veces, sí pequeñito, ya sé: viene mi fracaso en el frasco de Alicia y me salta en la cara, allá voy. No quiero salir, ojalá estos dedos con hedor de Sylvia me dejarán un bocado de comida. Fantasma, oh cariño, hermoso cadáver de años, no comprenderás si te gusta cómo bailan las palabras, letras de fuego maternal y de mi fango viudo ¿bailamos? ¿vienes? Tarareo en el tiempo de tunas, trampolín de mis elogios y las tinas de truchas asesinas, azucenas de mi ombligo tácito.

Hoy soy no inteligencia, no astucia. Me construí de tornasol y del estornudo del sol que anocheció, voces de antaño, de vacíos en serie y espacios recónditos donde nadie llega con un cirio. Noche de tres mil habitantes rugosos aquí de bajo de mi cintura. Es la tercera vez, la tercera que me meto en los hospicios, en la huerta de frutos añejos, es la tercera vez que oigo un lamento mientras yazco poseída, ¿de quién seré ahora? ¿a quién he dejado esta noche llenarme de luz plañidera? Gusto de serlo, mientras dejo en el saco la preocupación de mi ineptitud intelectual.

Prefiero hartarme de tanta bonanza demencial, de música sin sentido en la avenida de mi descanso, mientras llego a los recuerdos, ¿no me has llamado? Deseo con insistencia llenarme de la media sonrisa y del canasto dulce, de mis lágrimas jubilosas que nacen antes de caer del castaño, antes de definirme como alguien. Prefiero ser ausencia en las cobijas, no, mejor el espacio vacío de las telarañas, de aquellas que tienen rocío matinal. Prefiero estar en lo inasequible, en el lamento que nadie vio, en el ruido del caracol al andar, en tus pensamientos veloces, donde apenas apareció mi ojo y pensaste que fue un roedor.

Se apaga lo que no puedo tocar y me posee.

Es la última vez, la última antes de que regresé a mi habitación de horarios y formas. Es la última vez que escupo al uniforme civilizado y me retuerzo como quien no entiende (no entiendo). En mis uñas queda algo de cariño, en mis dedos que saben tomar lo que les pertenece, vida en los extremos invisibles. La demolición de los nacientes y de todos ellos que apenas nacieron recae a veces aquí en la esquina espolvoreada de lo innecesario, sí, donde escribo, rumiante hartazgo de mi coxis, de las dos piernas con kilómetros en su historia . Es la última vez, la última.


BRENDA MARCELA R.M.


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