lunes, 27 de junio de 2016

Flauta

Las flautas suenan para los gigantes, vienen fanfarrías y mucha gente a celebrarlos. Yo silbo a la luz temprana bajo el oscuro pelaje de gato. Sofoco los augurios y deseos. Me convenzo de la diminuta marca de mis dedos. Cuál atención he de merecer. Nadie ha de sentir mi espasmo, el escalofrío de existir en la recina del hongo. Nadie ha de ver la inflamación bajo los pechos al andar por ahí pretendiendo saber lo que se hace. La inflamación de andar por ahí, con la imaginación echando flores al futuro, mientras pretendo creer en las comodidades del nuevo siglo. Mas esa hinchazón es dolorosa. Me come. Contrae mis órganos. Vivo de los restos que dejaron los antepasados. Creo en los mitos de los viejos, en los eventos gloriosos del presente. Quema tanta voz, cien versiones enredadas. No me interesa más que saciar el hambre y torcer las tripas, arremolinar el corazón ante la farsa. La estafa de vivir feliz aquí, en lo hondo, donde nadie me dio talentos. Me gusta pensar que soy grande cuando mido apenas lo que un brote blanco. Los placeres me los da la hoja que me cobija y sueño caricias. Inútil es intentar saltar. Las marchas pisan a los hongos. Los grandes pies hacen trizas la casa, se hace escarcha gris. Las últimas trompetas quiebran mi cama.

jueves, 23 de junio de 2016

Florecer

La flor estrechó mi carne con sus raíces. Púrpuras sobrevinieron los brotes.  Dolían. Heladas hojas de vellos finos se prendieron a mis vísceras. Y no es cierto que la luna dé consuelo. Su luz coloreó mis lágrimas mientras la flor crecía. Ceñida a mi vientre contaba sus pétalos, mientras deformaba mi piel de pasta morena. Mi sangre se hizo liviana, la di a borbotones. Era yo un jardín que alimentaba su flor de luces plateadas, de agua sangrada. Era yo algo diferente. Estúpidamente alegre con dolor en luz de luna. La flor sabía serpentear, sabía nacer de la tierra negra bajo mi ombligo.