Estupefacta, con las aves
construyo mi casa,
les permito quererme
me bañan con ramas
tallarán mis músculos,
todos mis huesos
y la carne áspera de las rodillas,
seré su alimento.
Que sientan los sueños palpitantes
que guardé en mí, desmenuzados
adheridos a la caja musical
a la plaza, al café
donde mi risa desprendida
llegó a los infiernos,
a los campos, al cielo,
a un pasado donde los niños
escucharon un gran trueno.
Aves, toquen las rosas de mis vellos
la mirada de desvelo, al poder que había
en la torcedura de mis espalada,
en el estremecimiento de mi vientre,
en mis dedos de flor.
Dentro de mi cráneo nebuloso
refulgen recuerdos: mi ventana
y su luz escurriendo hasta mis pies,
la sonrisa encendida, mis ojos que ese día
no aguantaban tal inmensidad,
las figuras se acercaban en el inicio
de una dulce conflagración,
aves venideras, aves hoy.
Brenda Marcela R. M.
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