sábado, 26 de julio de 2014

Como las rocas del acantilado

Como las rocas del acantilado huelo el mar. Mi ombligo es la prueba de que fui arrojada de la misma manera y al final, estoy como tú: muriendo con sonrisa en rostro entre la arena.

¿Quién midió distancias entre nosotros? ¿Quién nos puso número y caducidad?  No mentiré. Soy tan muerte como los cerdos de la granja -el futuro jamón del que se alimentarán mis hijos-. Caigo como los ciervos que pastan, soy el alimento de las ranas, la lluvia que bebes, vengo de las mieles de mis padres para darte cariño, este dulce cariño que se desprende como un grito y se adhiere a tus orejas.  Relego hedor, risas disparatadas entre los espacios de mis dientes, sostengo tu cuerpo, hombre mío, con la luz de los manteles que me visten.

Provengo del material de las estrellas, dicen, soy de la sangre de Eva, dicen. Déjame darte la versión de mi corazón pervertido, él quiere explicarte sin palabras, abrirse con su tono obsceno y dejarse caer allí donde no es necesario llevar nombre, allí donde el sacrificio retoma su valor y los dioses nos acogen.

Nacimos con el mismo rayo partiéndonos el vientre. He ahí la luz, esa luz toda que buscas está en mis entrañas y va a ti, la sentirás de mi voz, oirás el cobijo del aliento, oirás la canción que no sé pronunciar, el poema que pensé para ti, no sabrás de dónde viene, y por la terraza viajarán mariposas. Los dedos de tus sueños te pellizcarán las costillas y tu hijo bailando en el barandal te preguntará dónde has estado.

Te construiré otra vez, mil veces si es necesario. La palestra, el escenario para tu café estará esperando para formarte y dejarme verte con el ceño fruncido y los labios de niño.


Brenda Marcela R.M.








domingo, 20 de julio de 2014

Aves venideras

Estupefacta, con las aves
construyo mi casa,
les permito quererme
me bañan con ramas
tallarán mis músculos,
todos mis huesos
y la carne áspera de las rodillas,
seré su alimento.

Que sientan los sueños palpitantes
que guardé en mí, desmenuzados
adheridos a la caja musical
a la plaza, al café
donde mi risa desprendida
llegó a los infiernos,
a los campos, al cielo,
a un pasado donde los niños
escucharon un gran trueno.

Aves, toquen las rosas de mis vellos
la mirada de desvelo, al poder que había
en la torcedura de mis espalada,
en el estremecimiento de mi vientre,
en mis dedos de flor.

Dentro de mi cráneo nebuloso
refulgen recuerdos: mi ventana
y su luz escurriendo hasta mis pies,
la sonrisa encendida,  mis ojos que ese día
no aguantaban tal inmensidad,
las figuras se acercaban en el inicio
de una dulce conflagración,
aves venideras, aves hoy.


Brenda Marcela R. M.

martes, 8 de julio de 2014

No lo que el mundo necesita

No lo que el mundo necesita para seguir siendo el mismo
mis sueños sin forma no caben en esta caja
troto con dulzura mientras mis brazos rompen paredes,
corren lágrimas vulgares por el amor que me dedico.

No lo que el mundo necesita para crecer ruin
sí lo que requiere para morir y deleitar con mieles,
no lo que pide para estar olvidado y sucio,
sí lo que nadie escucha para quedar desnudo.

No lo que el mundo necesita para seguir siendo el mismo
los tentáculos de la imaginación atraviesan los ladrillos que me contienen,
puedo besar a todos desde el esplendor de mi cuarto
y verme disminuida al mismo tiempo que beso a la mosca,
a la lombriz y a mi ombligo.

No lo que se necesita para esperar eternamente a mis hermanos
sí para alejarme de ellos y quererlos siempre,
no lo que se requiere para comprender el mundo
sí lo que se necesita para amarlo.

No soy lo que el mundo pide para crecer ruin.
aunque a veces la ruina se aparece aquí.


Brenda Marcela R.M.