¡Sálvame! Oh, histeria malnacida, licor de anochecer. Allá vienen
los verdugos llenos de amor entre las piernas, sálvame, miseria de mil años.
Devoraré a los niños de estómagos vacíos, en mis adentros hay un canal donde
podrán beber diáfana vida —y la profesional tristeza, morirá—. Pequeños, un día
los veré crecer y vivirán con fuego.
Hombre de diez años, te he podido amamantar con la
locura de mis pechos en la mañana ¡Sálvame! Los hombres sabios y las mujeres hermosas me seducen y yo digo
sí, vamos, al final no es tan malo. Es absurdo llorar con mi pecho fermentado.
Sálvame, y no digas que esa es mi tarea, sea cierto o no, te lo suplico, las
ilusiones no son tan malas. ¿De qué otra manera podrías haber nacido?
Los rezos no me van bien.
Brenda Ramírez