miércoles, 28 de diciembre de 2016

Infección

Al oscurecer me visto con mi bata verde sin mangas. Me envuelvo en las sábanas frescas y en una cobija color vino. Al otro lado de mi recámara la televisión emite el sonido de las últimas noticias del día. La oscuridad tiene aroma de viejo vestido. Mi corazón se estruja. Ya vienen.

Me enrollo y cierro los ojos, escucho aproximarse un tropel de alaridos desesperados. Una figura envuelta en cientos de lenguas se acerca ¿mide dos metros? No sólo producen gritos lastimeros: me lamen la cara. Las lenguas son filosas, cuando tocan mi párpado, lo cortan. La habitación se llena de chorreante sangre. Resulta triste mirar la ventana con las cortinas rotas, y el polvo adherido a los cristales. Comienzo a llorar. El ente de lenguas sigue en mi cuarto, invade su olor a polilla. Las lenguas gritan, secretan saliva y me escupen. Entra a mis oídos: me han envenenado.

A la mañana siguiente mis ojos están secos. El veneno me ha impedido dormir. ¿¡Cómo liberarme de ese tormento que se acerca a mí al terminar el día!? Imposible tolerar más noches sin dormir por el terror que ese monstruo me causa.

Decido gritar con más fuerza que esas lenguas viscosas. Al entrar la noche a mi habitación, experimento un nerviosismo que sube de mis pies a los brazos. Se amontonan cientos de lenguas escurridizas por el suelo. Se lamentan, dicen cosas horribles: soy un adefesio que haré trizas el corazón de mi madre, me comeré los ojos de mi hermana Martina, con mis dientes le quitaré el cuero cabelludo a la cabeza de mi primo César. ¡Cállense!, les grito, he decidido gritar más fuerte. Mi garganta se seca. Pero las lenguas no paran de emitir sonidos obscenos.

Los gritos, los dolores, están dentro de mi cabeza. Mis pensamientos se ven invadidos, han sido pintados con sangre y olor a carne podrida. El horror hace su nido en alguna parte de mi cerebro. Lo sé porque no puedo dejar de ver bocas abiertas que escurren líquido púrpura. Quiero hundirme en mi cama. Cierro los ojos. ¡Que vuelva el día!, imploro. Escucho a un gallo cantar. El cielo se aclara un poco.

Por la mañana el temblor persiste. Me levanto. Al mirar la puerta creo llevar en mi oído un grito, un pequeño eco resguardado en mi pabellón me hace tambalear. La ventana sigue sucia con la cortina rota, los gritos resurgen,  ¡los he guardado! Están en mí las súplicas y el sufrimiento. Es de día y los azulejos del baño parecen manchados de sangre. Ni el agua parece pura, ni el olor a hotcakes en el desayuno me parecen dulces. No tengo que esperar la noche para temblar. El extraño ente de mil lenguas me infectó.

¿Cómo atacar al monstruo de las mil lenguas? Me encuentro exhausta . Me pregunto cómo alejar su grito adherido a mi oído ¿Cómo callar las voces que rugen en mis pensamiento.Manchan mis recuerdos con sus lenguas convulsas.

De nuevo oscurece. Parece que no va a terminar ese llamado triste. Digo buenas noches papá, hasta mañana mamá. Qué mentira. Mis noches son el momento más insoportable de la vida, acaso podré despertar ilesa de otra jornada nocturna.  Me recuesto. Imposible sentirme más abrumada. Y ahí lo veo venir, mientras me acurruco. Un eco de entre mazmorras hediondas. Se acerca el monstruo de las mil lenguas. Pero estoy cansada. Me duelen sus gritos y la vez, las estúpidas lenguas me parecen gusanos. Las saludo, Hey, ¿qué dice la sucia tierra? Mas las lenguas comienzan su letanía, me dicen las cosas más desconcertantes: hundiré mis dedos en las fosas nasales de mi prima Serena hasta dejarla loca, haré pedazos mi frente con un rallador de papas, le quitaré las orejas a mi padre y las cocinaré en un caldo. ¡Oh! No puedo evitar imaginar esas horribles cosas y por unos instantes, me siento desfallecer.

Duermo unos minutos. Apenas abro los ojos y las lenguas me susurran sus temeridades. Qué asco, me digo. Y sigo ahí simplemente recostada aún con el pensamiento manchado. Dejo de prestar atención a las voces. ¡A la mierda!, Les digo. Fijo mi mirada en la ventana donde la cortina está rota. No había notado que de esa forma puedo ver un par de estrellas. Luces moribundas. Nada se calla. Mi corazón duele. Pero la luz de las estrellas me deja extasiada. ¿qué tan verdaderas pueden ser esas estrellas ya muertas?, ¿ tan reales como las lenguas y los pensamientos que me producen? Falsas como un espejismo. Inasibles los pensamientos perturbadores e inasibles las estrellas que me regala el nocturno.

Las lenguas persisten. Pero casi no las percibo. Les doy un dulce picante que guardo en la cajonera, a ver si dejan de hablarme mientras miro una tercera estrella. Por un momento sus ruidos son peores, desesperados, ininteligibles. Quieren llamar mi atención. De pronto fijo la mirada en las lenguas y me causan naúseas. No le pido a ese monstruo que se vaya ni que se quede, le digo que es un tumulto caca. Arrojó a las lenguas otro dulce de chamoy. Las lenguas se retuercen, me maldicen, me condenan.  Más estoy harta de amenazas. Arranco una lengua de esa mole deforme y la muerdo. Sabe a fresa podrida. Luego, una a una se revientan. Me ensucian el rostro, la bata verde, el espejo y la ventana. Qué más da. Su tufo de vez en cuando vendrá. Todavía distingo el brillo de una estrella, cierro los ojos y duermo, por fin, tranquilamente.

BrenMar

domingo, 4 de diciembre de 2016

Riachuelo

Un hilo delgadito
Riachuelo diamantino
Escurre de tu boca
A la hora de dormir
Yo le pido a los vientos
Abriguen tu sueño
Con sonidos espaciales
Y no te acechen
Pesadillas horripilantes.
,............................................

Luciérnaga con ojos de rocío
Pides a la estrella su brillo
Ese color de diamante
Lo usas en tu prenda
Para iluminar mi siesta.

martes, 29 de noviembre de 2016

Me deslizo hacia la noche

Me deslizo hacia la noche
Donde la oscuridad es violeta
En el fondo llora mi hijo
Por su papalote perdido
¿Cómo arrancarnos de esa oscuridad?
Cómo arrebato las lágrimas de sus mejillas
Hacia dónde correremos
Me pregunto
Sin tantos nudos en los pies
Tomaré su mano
Para posarla en la nube rosa
La que se forma muy temprano
Al comenzar el alba

sábado, 26 de noviembre de 2016

Marea

Asaltan en cualquier momento
Redes pescando trozos de mi corazón
Lo que resta despues de la catástrofe
La marea se agita
Revuelve mi estómago
Cansada del movimiento
Quiero abrazar la piedra firme
Que descansa en el mar

Rapiña

Miedo de que vengan por la noche
Con sus grandes alas cegadoras
Con su vaho de podridas maderas
Que dejen sus huevos en mi alcoba
Y estos nazcan de inmediato
Para abrumarme en las madrugadas
Entes deformes
Voladores y escurridizos
Quieren vaciarme los sesos
Yo me aferro al día
Pero son perseverantes
Dejan su marca siniestra
Me hacen pensar
Que jamás escaparé
Siempre les tendré miedo
Que soy caso perdido
Un muerto que les sirve de alimento

viernes, 18 de noviembre de 2016

Jornada

Una bruma densa con quejidos de aves viejas. Una niebla se filtra por los rescoldos de mi mente. La parte rota de mi cabeza cual ventana, deja pasar también a las aves. Invaden las habitaciones, incluso a las que cubría con un velo por considerarlas puras. Invaden mis recuerdos, esos animales hambrientos rasgan las paredes, deshollan los muebles, vomitan los pisos. La niebla se extiende en mi habitación, la más reconfortante se ve disminuida a un chiquero, un desastre. Aves de largas uñas, patas flacas, de ojos verdes, de picos torcidos y podridos, esas aves pican mis sienes. Destruyen mi casa. Un hueco se abre en mi garganta. Se oprimen mis ganas de seguir. Hay días que no sé gritar. Hoy las aves posan sus patas en mi cabello y ríen, despedazan mi carne, no paran de graznar. No sé gritar, ni pedir ayuda. Soy la ruina de una hermosa pero débil casa.  Inmóvil, el día se termina, suplico la niebla cese y surjan nubes rosadas.

jueves, 10 de noviembre de 2016

Enredo

Un ojo al hospicios donde guardo los recuerdos
Los más fétidos y mentirosos
Los que me dicen que decir o hacer sin conocerme
¿cómo entro en mí del todo?
Para desenmarañar los lazos
Que atan mi mente

miércoles, 9 de noviembre de 2016

La oscuridad no termina
Aún cuando las hojas doradas
Visten los días
Ser madre y ser sol
Incendiar las mañanas
Hacer trizas la noche
Con la fuerza de las flamas
Quemar el sueño la calma
Despierta
Con un pie en cansancio

martes, 8 de noviembre de 2016

Rocío y nieve

Para Euri
¿En tus sueños las avestruces son rosadas?
¿Para dónde miran los peces?
Estás libre de fauces y desequilibrados
En tu capullo de rocío y nieve
Duermes y sueñas que duermes
Mientras los alcatraces te alimentan
Con su leche dulce
Es invierno y creces
Lejos de los despistes mundanos
Duerme y sueña que duermes
Abrazado a tu flor favorita
En tu cuna azul
Donde estás a salvo
Alejado de las garras sucias de la tierra
La bruma besa tus mejillas
El aire peina tus cabellos
En tanto duermes y sueñas el eco de mi canto

sábado, 5 de noviembre de 2016

Ni sueñes que algún día cambiarás. La falda celeste y la araña en el cuello prevalecerán para molestar tu camino. Es un arácnido tenaz, nunca se da por vencido. Entra por las orejas hace nidos en el pabellón. Se queda quieta esa araña y espera enterrar sus colmillos en la cabeza. Hace daño causa mucho dolor. Me hace pensar como un bombardeo.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Araña que amó

Soy una arañita en la esquina de tu cuarto, vigilo tus movimientos. Ladeas los ojos, tus manos sujetan la luz del medio día. Exhalas nubes, huelen primero a ti y después a la muerte precoz. De bajo de la repisa la paso tejiendo fantasías para mi consuelo. En silencio resbalo hacia tu boca ¿no quieres torturarme bajo tu lengua?
Puedo meterme entre tus dedos mientras duermes. Soy capaz de oler tu gorro gris con resquicios de jabón y sudor, cada mañana. Todo lo hago con tal discreción que no me has aplastado. Pero qué lejos teje la araña, qué repugnante debe ser comer moscas y después besarte. Qué ganas de querer insectos grises cuando hay alas de seductores tintes. Cuando en tus días más prósperos las exóticas damas y amapolas te sedujeron.
Recolecto tus cabellos, muchos de ayer, los recuento, algunos huelen a hembras de otoño y otros a las desconocidas por la tierra. Te gustan mucho las voladoras. Con tu pelo construyo una red. Me acurruco bien en medio de ella. Machuco ese espacio que conforma mi amor propio y en mi imaginación mapeo tu cuello, tus cejas, ¡qué desesperación!
Me levanto y pregunto, ¿por qué eres tú tan especial?, ¡aún con ese cuerpo deshecho y sus modos desinteresados! Sólo porque sabes hablar maravillas y entretener a los frutos que caen del cerezo, del manzano, del peral; porque acaricias a las bestias y éstas te veneran, posees gracia en tu boca al grado de hacer reír a los mayores sapos. Porque te admiran los renacuajos mientras les das una palestra sobre la amistad; porque te son leales hasta los pastos que has pisado. Como buen amante de los vuelos no tienes tapujos para intentar viajes al infierno y tus labios son el dibujo de dos montañas. Porque eres calor en cualquier terrible enero, será que sabes encajarte en las maniobras de mis deseos.
¿Cuál es tu razón para caminar de esa manera, pisando con más fuerza con el pie izquierdo? ¿Por qué frunces las cejas y tus ojos parecen no mirar a nadie cuando los posas fijamente en algo? ¿Por qué siendo menos que ideal, eres el mejor espécimen que mis ocho ojos han podido mirar?

Bren Mar

martes, 13 de septiembre de 2016

Centinela

La carta que me escribiste
la única de paño gris,
la he perdido.

Como alimaña en su madriguera
busco y me retuerzo,
¿dónde estarán?
trazos olor a humedad.

Tus terribles garabatos
los rastreo,
lamo tus huellas,
hundo  mi nariz
en la fotografía:
te deseo
risa malévola,
mirada devoradora
de mi pequeño mundo.

Dónde está la carta
para sentirme querida,
para lisonjear mi vanidad
y recordar
que tu mano centinela
extrajo mi aliento.

Aguardaste afuera de mi cuerpo
con paciencia y ardor
hasta hallar el momento de embestir
mis miembros agitados.

Despojos míos
restos inútiles
¿dónde están las palabras
que tus dedos me dedicaron?

Bren Mar

viernes, 9 de septiembre de 2016

Las moscas

Quién quiere a las moscas
antes de dejarlas morir
antes de  verlas caer al estanque
de agua verde
quién les dedica un momento de silencio
después de aplastarlas contra el vidrio
donde los huevos quebrados
dan constancia de la permanencia
breve
de un volador insólito
de patas temidas
por vivir en el vertedero
por alimentarse de las sobras
en las esquinas
en un manglar citadino
por regocijarse en nuestros olvidos

BrenMar





viernes, 2 de septiembre de 2016

Compañía


Todos tenían un santo al cual rezarle. Eunice, incluso, había optado por un Arcangel. Ella decía que era ideal para un poeta, creo más bien que era ideal para su misticismo. Yo me sorprendí, en más de una ocasión y como la mayoría de la gente, hablando sola. El eco de mi voz se alojaba en las esquinas de la casa. Me reprendía yo misma "callate tonta". Mi deseo de destrucción: latente. Ardía por romper un par de orejas y morder el pecho de ese que no me entendía, aquél experimentadísimo hombre que me desdeñaba. Quizás yo por pensar demasiado me había hecho una imagen de él como un ser malévolo. A la vez lo deseaba y cada vez más porque ahora estaba lejos. Mis energías además, menguaban, no daban para destruir gran cosa, apenas podía abrir los ojos y disponerme a servirme un tazón de cereal.

Los días eran oscuros a mediados del siglo. Las cosas en el mundo no parecían ir muy bien. Transeúntes se arrodillaban y persignaban a cada momento. Las calles eran inevitables paseos de desconfianza. A veces desaparecían unos y se recriminaban entre cuadrillas la culpa. La gente armaba su fe ante crucifijos y rezos. Yo no tenía ángeles ni santos cubriendo mi espalda. Ninguno de ellos para despotricar mi maleza. Ninguna tragadora de mierda para purificarme. Ni siquiera abrazaba el ateísmo ni me aproximaba a las energías elementales del mundo. Entonces pensé en inventar algo, me dije, ¿qué hay de malo en inventarse una divinidad si es lo que se ha hecho siempre?  Un santo ideal para fornicar, para hablar con él y dormir acompañada. Un amante,sí, nada exigente, pero al cual le puede demandar atención, un compañero ideal.

Comencé a inventarlo. Su génesis: mis sienes, le pusé un par de mis cabellos y armé una figurita con migajón, después lo embadurné contra mi pecho para que tuviera un olor ácido. Un altar me pareció inadecuado, busqué una esquina donde la humedad dibujaba círculos concéntricos, sitio perfecto para rendirle devoción. Ahi, sobre el suelo, coloqué la figurita, me sentaba frente a ella para observarla y reírme. En ocasiones parecía reírse también. Qué más se podía pedir. El ruido crecía en las calles. Todos opinaban, daban una versión de los males del mundo y decían qué hacer para que las calles no se cayeran a pedazos mientras pisaban fuerte las banquetas y gritaban tan alto que los pajarillo caían muertos.

Me internaba en la casa con mi invención, mi santo de migajón. Si quería sentir el calor de mi santo debía cerrar los ojos, e imaginarlo más guapo que el monito de migajón. Una vez que su imagen se apoderaba de mi mente sólo debía llamarlo "ven, querido, ven a mí"y la casa olía a  cítricos algo muy próximo a la toronja. Su olor, su proximidad. "Abrázame" y lo hacía sin cansarse de tocar mi piel, sin irse hasta que fuera mi voluntad, sin darme la espalda. Sentía al sol posarse sobre mí, internarse en mi piel por cada poro. Como si los rayos del sol tomaran su forma, la forma varonil de mi santo y entraran en mí. 

A veces el deseo de destrucción era intenso, lo calmaba contándole a mi compañero mis ideas. Las terribles fantasías que deambulaban en mi mente: yo en el borde  de la desesperación me había arrancado todos los cabellos, los había envuelto en un trozo de papel estraza para regalárselos a aquél, el hombre altanero, para que se hiciera un té. Le había arrancado las orejas a mi gato para ponérmelas en Halloween. Le contaba esto a mi entidad, a mi compañero invisible y luego caía dormida.

Fueron buenos días para mí, luego estalló la guerra. Nadie a quien llamar ni decir adiós. No entendí si fueron los gringos los que comenzaron o si Europa contra los árabes encendió la trifulca, al final todos sacaron sus armas nucleares y la gente empezó a morir. El mundo se llenó de bonitos estallidos,  la tierra se libraba de la humanidad. Abracé a mi santo. Tenía sus cualidades. Me internaba en sueños, me daba alivio con el viento. Me hice ovillo bajo las escaleras. Ya venia la muerte con cara de gas cósmico.

BrenMar

jueves, 25 de agosto de 2016

La fantasía de la mariposa

Hay que dividir en diferentes secciones el despertar. Algunas son para llorar. Unas más para gritar. Otras para preguntarse sobre el vuelo de las moscas. Otra sección es dedicada a la fantasía, ¿cuál es mi sección favorita? No me atrevo a estar en ningún lugar preciso, voy de aquí allá, de una frontera a otra, camino sobre la línea que divide las secciones de mis días. Puedo decir y desdecirme. Evocar argumentos interesantes y muchos falsos a drede. Enunciar mentiras encantadoras. Lo incompresible, lo que carece de sentido, no debo explicar. Nadie entra al ascondite donde tengo celos y envidia. Soy experta en pronunciar dulces embustes, especialmente a mí misma. En mis sueños tengo esclavos y ellos me adoran, me tocan incesantemente durante tardes enteras, hasta cansarme, hasta hacerme desvariar. Yo les digo ya basta y ellos siguen porque saben que les miento. Se calman cuando les cuento la historia donde la mariposa de alas violetas sale de su crisálida, tiene enormes pechos, por eso todo macho la adora y busca acompañarla. Se quedan así, mis queridos esclavos, imaginando a la sensual mariposa. En tanto es mi hora de salir corriendo al cuartel donde lloro. Huyo. Uso mis lágrimas para bañar mis pechos rozados por las caricias. Lloro porque me da la gana. Alguien me dijo "llora,  duquesa de los catafractos",  por eso lo disfruto. La sal horada la piel y suaviza mi sangre. No puedo permanecer demasiado tiempo en la hora lacrimosa. Llega el instante de la meditación, no quiero, no quiero. Llega el minuto para pensar en cosas importantes, prácticas, las que me mantienen con vida y pan en la mesa. Resignación ven a mí. El mecanismo de sobrevivencia me auxilia, hago las cuentas y los planes. Huyo. Ahora anoto las instrucciones para dividir los días como rebanadas de queso, las fantasías deben demorar más. Es la noche, la histeria entrometida en muchos segundos, tiempo de apagarse.

Bren Mar

La bella muerte de Villamil

La bella muerte de Villamil*

¿Qué más salida había sino a muerte? Una puerta prístina ¿Qué más podía hacerse?, o mejor dicho, ¿para qué hacer más? Para qué esfuerzo extra y desgaste absurdo, cansancio monótono.
No más de lo mismo, vieja criatura de seniles palabras. Para qué abrazar los resquicios de vida que exigía demasiado de ti. Para qué responder a la provocación y a la burla. Mejor burlarse.
Como si las faenas, las jerarquías, los compromisos fueran un chiste. Clara resolución. Sin culpas ni castigos de tu Dios. Hasta él pudo decirte, "adelante, adelante". La muerte dulce asestó en tu cabeza. Retirada con brotes de la locura necesaria. Cuánta libertad. Sin preocuparse por el gimoteo de los que no entendieron tu fuga. Actuaste como el niño que logra una travesura y después su madre no comprende, quiere sujertarlo para siempre. Pero te desprendiste como liviana hoja para ir allá, lejos, sin temor.


*Miau de Benito Pérez Galdós.










viernes, 12 de agosto de 2016

Después del desayuno

Mi parte favorita después de abrir los ojos es el desayuno. Comer me llena de optimismo, después todo se complica. Aún cuando hay itinerario. Comenzar a hacer me paraliza. Permanezco sentada, con pijama, frente a la mesa. Observo las migajas de pan en los muebles. En la alacena los frascos de especias están destapados, ¿habrá algo para comer después? Quién sabe. Es temprano pero muchas personas ya han comenzado a hacer. Los camiones y autos pasan, rechinan, dejan sonar el claxon. Es verano. Luz tipo amarillo mostaza entra por la ventana y quema, aletarga mis sentidos. Sigo con mi vaso de licuado frente a mí. Un gran día por delante. Muchas horas para sacarles jugo y forjar momentos, sí. Un día chamuscado, aplastado por el pie de los rayos solares, que se vacía cada segundo que pasa, un día descompuesto por los quehaceres. Un día que lleno con mis deberes, un día mal formado por mis planes. Deformado por los ruidos de la actividad desesperada, se subir, bajar, deprisa. Un día con olor a smog y adornos fecales en las banquetas. Al que le caben muchos horarios, cada uno con instrucciones precisas. Un día que no hay que dejar perder, es oportunidad para prosperar a pesar de que las horas se pegan a la piel sudorosa y hacen a todo movimiento fatigoso. Un día desolado frente a mí. Al cual he quitado todo lo que puede hacerse. Sin calles que transitar. Sin movimientos programados. Nadie a quién ver. Un día que apenas me permite seguir despierta. Se va haciendo chiquito, me dobla. Un día chiquitito para mirarme a mí misma y decir ¿qué has hecho?

Bren Mar

martes, 19 de julio de 2016

Quiebra la montaña


Montaña cuya cima habrá de quebrarse. Pez que se abrirá paso. Va a destrozar la piel que mis designios tejieron. Sin saberlo, olerá la brisa envuelta que viste un martes o un sábado y el alba bañará su cuerpo. Va a irrumpir un momento como la ola en la tormenta, con su grito romperá la forma en que cuento el tiempo.

En el renacer de cada luna no atino a cerrar los ojos. Permanezco atenta a su ímpetu que pronto desbordará las aguas.

Bren Mar

domingo, 17 de julio de 2016

Ruido y caracol

Tanto mundo es abrumador. Me es imprescindible. Estoy con un pie en su corva, con las manos en su ombligo, escalo cordilleras que son su espina principal. Sobre el mundo, en medio de él. Bocas por doquier, no las entiendo y aquí estoy, queriendo decirme algo.  Nadie dijo 'yo quiero nacer', y al final, los vivos hacen demasiado ruido. Oigo súplicas y hasta las imágenes, las fotografías quieren hablar. Sus opiniones se reproducen y provocan estertores. Los vivos hacen ruido y piden permanecer, entonces, arrojan a sus hijos a la tierra con verdadero deseo. Ahí donde sonríe la vida un poco, de los labios escondidos, salen bebés. Es demasiado. Me refugio en el silencio. Silba a veces el caracol en mi oído. Silbo a veces yo. Mucho ruido. Mejor río. Las voces son estúpidas cuando salen en tropel.

Bren Mar

sábado, 2 de julio de 2016

Devoción

I Devoción
Tu cabeza es una roca medieval llena de musgo. Admiro tu paso entre la animalidad. Has mostrado tus dientes y tu garra sanguinaria; has mostrado tu lengua, viscosa labia. Tus ojos de tierra y aliento de heno me han hecho quererte. Sigo tu rastro, con la nariz entre la yerba.
II
Me construyó de cieno mil veces para encantarte. Pongo y quito a mis extremidades. Me destruyo porque jamás es suficiente. Reconozco que mis pies son ramas torcidas. Pero el lodo es maleable y lo convierto en algo exquisito ante tus ojos.
III
Tu palabra hiere. Es firme y filosa cual estaca. Te creo todo. Parece que todo lo entiendes.
IV
Me obsesiona la idea de machucarte. Dejarías de ser el único con razón y suerte. Revolvería tu cabello para reformar tus saberes, y yo, hecha y deshecha, te sostendría en mis dedos para comerte.
V
¿Me querrías? ¿Admirarías la veintiún mil inseguridad de mis entrañas?
Si te mostrara los despojos de las transformaciones, verías que no es fácil mantener la integridad de mi pecho salino, de mi regazo de greda.
Bren Mar

lunes, 27 de junio de 2016

Flauta

Las flautas suenan para los gigantes, vienen fanfarrías y mucha gente a celebrarlos. Yo silbo a la luz temprana bajo el oscuro pelaje de gato. Sofoco los augurios y deseos. Me convenzo de la diminuta marca de mis dedos. Cuál atención he de merecer. Nadie ha de sentir mi espasmo, el escalofrío de existir en la recina del hongo. Nadie ha de ver la inflamación bajo los pechos al andar por ahí pretendiendo saber lo que se hace. La inflamación de andar por ahí, con la imaginación echando flores al futuro, mientras pretendo creer en las comodidades del nuevo siglo. Mas esa hinchazón es dolorosa. Me come. Contrae mis órganos. Vivo de los restos que dejaron los antepasados. Creo en los mitos de los viejos, en los eventos gloriosos del presente. Quema tanta voz, cien versiones enredadas. No me interesa más que saciar el hambre y torcer las tripas, arremolinar el corazón ante la farsa. La estafa de vivir feliz aquí, en lo hondo, donde nadie me dio talentos. Me gusta pensar que soy grande cuando mido apenas lo que un brote blanco. Los placeres me los da la hoja que me cobija y sueño caricias. Inútil es intentar saltar. Las marchas pisan a los hongos. Los grandes pies hacen trizas la casa, se hace escarcha gris. Las últimas trompetas quiebran mi cama.

jueves, 23 de junio de 2016

Florecer

La flor estrechó mi carne con sus raíces. Púrpuras sobrevinieron los brotes.  Dolían. Heladas hojas de vellos finos se prendieron a mis vísceras. Y no es cierto que la luna dé consuelo. Su luz coloreó mis lágrimas mientras la flor crecía. Ceñida a mi vientre contaba sus pétalos, mientras deformaba mi piel de pasta morena. Mi sangre se hizo liviana, la di a borbotones. Era yo un jardín que alimentaba su flor de luces plateadas, de agua sangrada. Era yo algo diferente. Estúpidamente alegre con dolor en luz de luna. La flor sabía serpentear, sabía nacer de la tierra negra bajo mi ombligo.

martes, 17 de mayo de 2016

PLUMAS



Treparon a mi rostro los gusanos. En mis uñas hay resquicios de tierra. No de ensueño, más bien de pesadilla, no, de pálido olvido. El cráter de donde salen los insectos huele a mi boca. Pero todos quieren pulcritud, limpidez. Saludos sonoros, una especie de ángel seductor. Nadie quiere las raíces con agua de cien años.
                          
Los querubines me recuerdan a las bonitas, a las más admiradas. Aquellas a las que observé bien, intenté descifrarlas. No era su cabello, ni su piel, ni sólo sus ojos. Eran ellas, todas ellas en conjunto una belleza. Claro, no eran gordas, por supuesto, eran altas en su mayoría, sí claramente espectaculares y de alguna forma agradables a la vista. Yo quería belleza,eso me enseñaron. Supe pintarme los labios y usar zapatos que me hicieran ver sofisticada. Mi belleza debía traerme buenas cosas. Hacerme notar, seducir, ser seducida.

Mi cuerpo supo de sí en la tiniebla. Las manos se asieron de mis hombros, de mi cabello. No por bella, sino por asequible. Las cosas eran así. Debí hacer pedazos mi programación amorosa, el romanticismo que llevaba como si fueran rosas prendidas al pecho. Bajo la pintura estaba yo, sin ropas ni pinturas, desnuda e imperturbable, terriblemente yo como un árbol caído sin sus brotes. Expuesta, sólo era yo aquello que ni mi nombre podía comunicar. Era yo y nada de lo que creí que era la belleza.

El mundo era así, lleno de pavo reales mostrando sus plumas, las más brillantes y yo tenía pocas, más aún, prefería que todas fuesen grises e imperturbables. Pero nadie quiere el gris. Adiós a aquello de alimentar el corazón y las entrañas. Se prefiere usar de por vida plumas carmín, azul y magenta. Adornarse de flores y reír, reír ante cualquier comentario. Pero me quedaba el gris. ¿De dónde iba a sacar plumas rosas?

Después me reí mucho de mí. Un pequeño pavo real no entorpece el curso de los otros. Igual sabe delicioso en una cena con todo y ensalada.

Nadie gusta del gris. Comieron de los colores que me quedaban, hasta la última gota y se fueron. Mi cuerpo supo de sí cuando en mis costillas cenaron los gusanos entre hojas de girasoles. Mi cuerpo es una costra en la tierra. La araña lleva restos de su marido. Y yo soy los restos de mi marido, restos de mí queriendo ser perfecta, de mí hace tiempo pensando en vestir otras plumas, restos que desfilan a ser perfectamente nada.


BrenMar


miércoles, 27 de abril de 2016

Depredación

Cada día, inevitablemente, me como a mi gato. Engullo sus ojos con licor, mastico su pelo y me trago su carne. Cada día le quito las orejas y la goma de sus patas. Dejo a un lado sus bigotes. Relamo mis labios y me siento culpable. Me quedo sola toda la noche tratando de cazar grillos. Cada día mi gato regresa, tiene muchas vidas y las potencia. Lo abrazo, le obsequio un ratón a ver si me perdona. Pero qué he de hacer: soy una depredadora que deja correr sus lágrimas pardas en un gato. Vivo en la madriguera citadina y estoy hambrienta. Por no descender a tocar el suelo infestado de lama, prefiero quedarme aquí y comerme a mi gato.  Mas algún día le diré que se vaya.

A veces me asomo por la ventana a ver si algo ha cambiado, para ver si no han aplastado las flores, soy guardián de flores. Los brotes y capullos siguen pero cuando los aplasten he de ir a protegerlos ahí donde las disparidades dan muerte, donde todo individuo es peligroso y se abren zanjas para no mezclarse unos con otros.

Desnuda, con mis pechos tocando el aire, los pezones juegan con las hojas que los rozan. Me abalanzo sobre la ventana. Extiendo los brazos porque mis axilas necesitan el frescor meridiano. Abajo nadie me ve, ni ha de verme. No entienden que mi gato me quiere, me araña y literalmente me llena de cariño. Es gato y no gata, no tenemos problemas por ser distintos, a él le gusta acurrucarse en mi diferencia, no me lastima ni me lacera. No le interesa mi escasez de pelo mientras pueda amasarme las piernas. Aquí es más sencillo nacer, por eso mi gato nace cada día, vive y muere porque lo necesito.

Temo bajar: todo es fragmentación. Empezaron unos y le siguieron otros, después vinieron más y ahora son tantos luchando a muerte. Unos son más rencorosos y ciegos, otros más crueles y los hay simplemente idiotas.

Preferí volverme salvaje y dormir con mi gato en la esquina de la habitación donde las arañas reunidas atrapan a las moscas que traen resquicios de allá abajo, suciedad civilizada dentro de la inmundicia. A las hormigas les permito comerse mis dedos y otros bichos chupan mi sangre. Después viene mi gato y me acicala con su áspera lengua.

Así nos comemos unos a otros y estamos bien. Yo me como a mi gato pero a mí me comen los insectos, y estos mueren por las arañas y éstas también se dan banquete con las moscas, mi gato se come el ratón que le regalo y al ratón lo he visto comer chapulines que comen otros insectos.

 Es mi gato y pronto le diré que se vaya. Ya he de caer muerta el día que baje con mi carne expuesta, con mi piel tan reprobable, con mis pezones vergonzosos y no voy a necesitar que me alimente.


Bren Mar

sábado, 16 de abril de 2016

¿Y si se equivocan?

Aquí todos son expertos en justicia. Están proveídos del mejor juicio,de las opiniones más acertadas, todos poseen ideas claras y esquemas por de más diáfanos. Son, incluso, sumamente creativos para proponer los castigos que han de terminar de una vez por todas con los abusos, y si no, al menos propinarán el sufrimiento merecido. Aquí son hábiles con las palabras, con los insultos fructíferos disponibles en todo momento. El disenso se pierde, porque aquí las voces en avalancha, en tendencia creciente,en masa, suenan fuerte y son las dictan cómo las cosas son. Las palabras, a veces, casi son ciertas. Casi. Hay una brecha pequeñísima donde cabe la duda a la que pocos recurren porque es incómoda.
-Pero ¿quién va a dudar? Si es evidente ¡Evidentísimo!
-Muy bien.
-Hay indicios.
 -Perfecto.
-Testigos (totalmente neutros)
 - Ajá
-El 90% piensa igual y están de acuerdo
- Bien, pero, ¿y si...?

Sedientos de justicia, por favor, este mundo se cae a pedazos, ¡no lo ves! Peor que nunca,, este mundo enchido de delincuencia, abusos, robos, homicidios. Justicia, por favor, Mas la desesperación, desestabiliza el organismo, hace tremer, la cabeza se calienta, los ojos se dilatan: ¡hay miseria donde sea que se mire! Hay miseria y hay culpables de esa miseria ¡Es culpable, es evidente, evidentísimo!

Hemos de estar con los ojos bien abiertos para castigar, para juzgar hasta el hartazgo, Porque de tanto insistir, a veces puede dar resultado y todos los dedos señalando al mismo punto no mienten. Hay castigo para los más miserables.
-¿No ves su cara de pervertido, de rufián? ¿no lo ves!
-Lo veo. Pero ¿y si?

A veces da resultado tanto insistir junto con mil voces marchando al mismo veredicto. y las voces sofocan el disenso, y los gritos usurpan la verdad. El bullicio se eleva porque es evidente, no cabe duda. Aquí todos somos privilegiados de poder decir, decir y decir al antojo. Pero se dice con tanta facilidad. Tan seguros de nuestras propias palabras que las creemos, las dejamos relucir ante la menor provocación, La palabras es fuerte, marca y lacera en la misma media que puede conmover y halagar, no debería de tomársela tan a la ligera porque  ¿Y si se equivocan? ¿ Y si nos equivocamos?

Brenda Marcela


sábado, 9 de abril de 2016

Nota desde el infierno urbano

Yo pienso que el mundo está mal. Aunque el mundo debe creer que estoy equivocada. Como mis amigos, que escupen a los hombres sin sombrero, los regaño y ellos no consideran ni una de mis palabras. Aún así, los amo tanto, despreocupados, torpes.
El mundo así, en abstracto, me parece inasible, incomprensible. Quiero sabotearlo.
Al mundo lo moldean los hombres. Y me parece que algo falla. La forma es inadecuada y huele mal. Hay gritos dentro de un hoyo en la tierra. A los gusanos se les repugna por comer nuestros cadáveres mientras nosotros nos encargamos de matarnos.
El mundo me parece más complejo que cuando era niña. Ahora debo considerar todo. Antes sólo consideraba a los actores de mis juegos, tres muñecas, unos osos y a mi hermano de grandes anteojos.
Cuando me hice complicada, comencé a pensar en la eternidad, y esa es aún más incomprensible. Tiene fauces que te chupan hasta dejarte atarantado, no cabe en ningún lado (menos en  mi cabeza), por ella empecé a desesperar.
Hay algo que no cuaja. Saber varios idiomas no da para entendernos.¿ El lenguaje es oscuro? Algo así como lo expresa Rodolfo Bucio:

Desconfío del lenguaje. 
¿Cómo escribir, por ejemplo, tu nombre que sabe a ventana? ¿Cuál acento me llevará a encontrarte bajo las sábanas o sabanas? ¿Con qué lenguaje deletreo a/m/o/r  cuando estás lejos? 
¿Quién me dirá, finalmente, con qué palabras, si todo esto ha existido?


No lo sé. A mi me gusta hablar así y decir estas cosas, algo allí debe estar mal, porque soy una parte pequeñita de este mundo que pienso tiene un defecto imperdonable.
A lo mejor el mundo debería estar compuesto de hombres con temperamento de gato. Cariñosos y a la vez desapegados, para no crear conflictos. Deberían ser hombres gatunos para dormir más horas al día, lamerse el cuerpo unos a otros , y dejar a las jacarandas, rosas, yerbas y arbustos crecer sin nadie estropeando las hojas a cada instante.

El mundo está mal, eso pienso, y desde mi perspectiva de pulga-humana, puede que esté en un error.

Aras

martes, 5 de abril de 2016

5 Malestar

¿Los malestares intestinales son irrelevantes? No son sublimes pero siempre interfieren en lo práctico. En las juntas, en las charlas, en el encuentro romántico. Si duele, el color del mundo es plomizo. El dolor físico arrastra al dolor de existir. ¿Para qué aferrarse a vivir plagado de dolores constantes? ¿En las sienes, en las tripas, en los huesos? Las agruras de sentarse frente a un vaso con agua. El dolor de un cuerpo descompuesto, un poco roto de aquí, podrido de allá, destartalado de acá. Escucho música: es tan breve. Sigo recostada en al cama deglutiendo minutos que raspan mi garganta. Un espasmo moldea mi rostro. ¿La cara del dolor será arrugada como mi ceño y mis intestinos?
"El no ser perfecta, me hiere" escribió Sylvia Plath, y bien podía referirse a su alma o a su mente. Yo lo extendería al cuerpo destinado a la decadencia. A veces lenta, a veces precipitada. De una locura que punza en la frente, toma una píldora. De un desequilibrio en los bichos que te habitan, traga una pastilla. De una invasión indeseable bebe jarabe. Un remedio para vivir, aunque después duela otra vez.  Extirpar lo que falla, lo que sobra. Sustituir lo deteriorado. Esperar meses, años para aliviar el mal. El dolor es fuerte y denuncia el arribo de la enfermedad. Un desperfecto en la construcción. La imperfección duele, y hiere.
El alma se exaspera y entierra las uñas. El cuerpo se remueve insistente. Vamos por cien años más para saborear los avances de la humanidad, y con suerte un medicamento para paliar cualquier dolencia. Aunque se hayan caído los dedos de tanto  insistir y los ojos se hayan nublado de abrirlos demasiado por tratar de leer el mundo. Aunque siga el dolor como un golpe en el costado.
La vulnerabilidad es evidente. El acecho de los peligros, constante. El dolor inminente con su catálogo de lugares donde atacar. Se manifiesta la condición ridícula en que nos hallamos, sometidos al miedo de segur existiendo, por favor, lejos del riesgo. Si llega por la ventana un catarro del diablo o un accidente embrutecedor: nos desbaratamos. Ojalá no se sintiera. Pero se siente en la entraña. En la pierna necrosada. Estoy aquí con la orilla de mí en el abismo dispuesto al sueño. Mejor dormir a seguir con la aguja picando la lengua.
Cansancio. Hay una guerra, nubarrones, desagües en este cuerpo y sus sofisticados sistemas. He podido incorporarme en medio de un vomito ácido  para escribir la despedida. Para callar. Tal vez el silencio sea corto como las canciones, amigo. Escribiré pronto.
Atte. Aras


martes, 23 de febrero de 2016

4 Faena diaria


Me pregunto lo que haces a las seis de la tarde.
A esa hora, yo pretendo ser nadie. En esos momentos carezco de espíritu, de deseos, incluso de repugnancia, que es la causa de mi amargura habitual. A las seis de la tarde, lo más que ha sucedido es verme derrotada por la tristeza, y entonces, mi alma es a tal punto aplastada, que termino indolente.

Quizás pienses que es demasiada pretensión la mía, tacharme de ser nadie. Pero a las seis vacío mis espacios, socavo la disposición al amor y a la pasión. Dejo en un cubo mi personalidad: en una esquina mi melancolía, dentro de un trozo de papel mi imaginación, pesadamente extraigo el enojo, hago un cóctel. Arrastro mis lágrimas a la cafetera y las dejo evaporarse. Succiono con la aspiradora lo que he leído y aprendido, tacho con un gis los rostros queridos. No sé cómo lo logro, pero dejo mi pellejo vacío. Mi alma huye aterrada. Soy apenas un cuerpo inerte.

Yo imagino que tú a esa hora, estarás bebiendo un café. ¿O acaso a esas horas andas en el transporte infernal de la ciudad? Ahora que lo recuerdo, imagínate que a las seis parezco un usuario del metro a las cinco de la mañana. Peor: a esas horas no llevo nada en el corazón. Ni si quiera el gato se me aproxima. Quedo fría como la mesa de vidrio, vacua, sin nada que ofrecer.

Mas no es intencional. A esa hora  el sol alumbra diferente los rincones de mi casa, el viento sopla aletargado y la habitación se vuelve sofocante. En las afueras se escuchan autos adormecidos, mi pecho se oprime y entonces no hay remedio ¡es el peor momento del día!

Cuando dan las siete, mi alma regresa y debo arreglar el desbarajuste, buscar mis conocimientos, mis ganas, mis pasiones y todo lo demás. De manera que apenas tengo tiempo para reacomodar mi hogar y escribirte un poco.Quedo exhausta.

Esa es mi excusa. Estoy hecha de pedazos desperdigados por la casa, de pensamientos incompletos, de recuerdos inciertos. Creo que debería escribir una reseña de mi vida, o mejor aún, un instructivo de cómo reconstruirme, ahora que aún recuerdo cómo hacerlo, por si caso un día no hallo la forma, tú podrías venir y ayudarme.

Atte. Zyanya



jueves, 18 de febrero de 2016

El desorden nos obligó a escondernos. Nada mejor que el anonimato para querernos a gusto. No te lo había contado. Pero yo me escondí adrede. Me oculté, incluso, del ocultamiento de los olvidados. No pretendí una desaparición repentina y dolorosa, sino algo continuo y gradual. Para que pudiera dedicarme a los besos y a las caídas de los brincos bien puestos en mi escondite.

jueves, 11 de febrero de 2016

Carta 3 Criatura de escamas


Querido

Eres hijo de este planeta. Has sido depositado en medio del orbe con un par de brazos que te sirven para jornadas de trabajo y escamas que pules al anochecer. Criatura, no puedo hacerte entender todo, soy incapaz. Te mentiría si lo intento, eso es fácil. Lo que me preguntaste en la carta sobrepasa mi dimensión. Me dedico a soñar y apuntar con el dedo nuevas direcciones, entelequias. Yo también soy hija de este planeta: soy ínfima. Con decirte que no alcanzo las nubes para comerlas bocados. Con decirte que no puedo entrar a las vísceras de la tierra y obligarla a concebir caracoles mágicos que nos hagan tener todo claro.

Hay nebulosidad al inicio de mi pensamiento. Mas te escribo, ese es mi secreto. Imagino que lavas las siluetas de mis palabras, las dejas diáfanas. ¿ Qué más podría hacer, criatura, si soy tan pequeña? Las enredaderas que atan mis pies parecen interminables. El oído de mi hermano es remoto, tanto que ni gritando puedo  llegar a decirle 'como te va'. La voz de mi padre es un trueno al otro lado del universo, ni canción ni consuelo.

Me hallo imposibilitada de darte consejo. No puedo convencerte de algo que en el fondo de tu pensamiento, ya has decidido. No puedo persuadirte a realizar aquello que no tienes arraigado en las sienes, que no te mueve ni se te enraíza en la conciencia.

Te comprendo en la medida que también soy abrojo, en la medida de esa  distancia que hemos erigido,en la medido que fuimos arrojados a la existencia. Pero oye, en las cuencas donde se depositaron antiguamente los ojos que habrían de dirigir a la humanidad, en esos espacios hay agua con la que lavo mi mente, enjabono mi cara y el vientre, entonces, te envío resabios de flor para que calmen tu pecho árido a causa de las anomalías de vivir.

 Mi mano no la conozco bien. ¿Has contado las lineas de la tuya, los intersticios o baches de tus adentros, aquellos que son redes incalculables y que te  hacen  moverte y decirme que estas perdido?
Contéstame, dímelo, ansío saberlo.

Zyanya

viernes, 29 de enero de 2016

Carta 2. Hueca ciudad

Querido amigo

Las luces de la ciudad se han apagado. Aunque el sol a veces me ofusca, la verdad que lo extraño un poco. Será que comienzo a entristecerme después de las tres de la tarde y entonces debo recuperar mi ánimo de formas inusitadas. No lo sé. Esto de vivir en la ciudad empequeñece el espíritu. Hay días en que el tropel de rostros en el metro o en los camiones me anestesia, no puedo centrar mi atención en ninguno de ellos, se vuelven inasequibles, lejanos y se adhieren al resto de masa andante. Un poco triste. Saber que puedes tener a tu mejor amigo a un lado y ni siquiera mirarlo de verdad a los ojos. También dañino. Deja tú, los altos niveles de smog. La agitación y los enojos cotidianos son los más peligrosos. A menudo comienzo a andar rápido y de pronto me doy cuenta que en realidad no tengo prisa alguna, o que de todas formas llegaré tarde. Tantas cabezas excitadas corren, con las cejas fruncidas. Vaya, en ocasiones yo misma me desespero de los que van muy lento, no obstante ¿quién soy para decirles cómo deben transitar por la vida?

Después, los autos frenéticos por llegar a donde sea, dejan escapar sus chillidos, es alucinante.
Amigo de mi alma y cuyo rostro no puedo mirar, yo sé enojarme muy, muy bien, lo reconozco. Pero es que en ocasiones no hay de otra. Nadie ama el suelo que pisa, ni respeta el arbusto de al lado, ni tiene consideración por el aire que se respira. El viento del cual todos tomamos a bocanadas, está infestado del nauseabundo aroma de los basureros improvisados por las personas. Quizá no se han parado pensar que todo eso se lo van a respirar, o que otros lo tendrán cerca de sus casas. A los perros los sacan a cagar en las jardineras y ahí queda un fósil que se evapora y vuela a los platos de comida casera y a los puestos de tacos. Como verás, cuando pienso estas cosas  sí me molesto y entonces,  de estar cerca, tendrías miedo de mí porque comienzo a pensar la manera en que los mataría: con torturas, les daría a beber miasma de la basura que dejaron hace meses, o les prepararía un pastel de desperdicios bien aderezados... En fin, sólo fantasías que sirven de distracción. ¿Será que nos concebimos merecedores de un paisaje mísero?

Pareciera que el tesoro ha sido extraído de las calles, de los cuerpos y sólo permanecen ruinas materiales y humanas que se mueven por inercia.

Me asomo al espejo, mi piel se ve gris y digo "ahora me camuflo entre las aceras polvorosas". Mi ceño está un poco arrugado, creo que me he contagiado de amargura citadina. Toco mi pecho, lo examino ¿se habrá escapado mi alma y ahora mi cuerpo, que ha quedado solito, quiere correr y apurase a lo tonto? Me llamo a mí misma "Hey Aras, ¿estás aquí?" Algo ríe en mí, río también. Aún tengo aquello que me dicta primorosas imágenes para aliviar el dolor de vivir, me hace sonreír convulsamente cual niña traviesa y sin censura.

Las tardes tienen su garantía de ser formidables,eso debo confesarlo, querido. Con frecuencia me acomodo en la ventana y veo las lenguas anaranjadas del cielo, en tanto el sol cae entre las montañas. Ya lo comprobarás tú mismo cuando el cielo se despeje.

Atte. Aras

martes, 26 de enero de 2016

CARTA AL IGNOTO


Queridísimo amigo cuyo rostro me es inasible

Déjame contarte de esta falsa soledad que circunda mi casa y mis pasos. Camino y estoy hablando conmigo, cocino y estoy dictando para mí cómo sazonar el arroz. Canto y estoy cantando a mis oídos una melodía que ya conozco bien. Y aún así, no me suelto a llorar. Más bien, recuerdo que era más aguda mi voz.  Mis formas han cambiado y también las palabras que uso. A pesar de ello, la vocecilla de áridos sollozos, de emoción infantil, ahí está encontrando caras en las paredes. Siempre manifestándose para mí. Me sorprende, la oigo a cada instante, la percibo y después la observo. Mi voz de colores verdes.

Me miro al espejo ¿cómo puedo ser yo la misma? ¿cómo mi piel teñida y estirada puede pertenecer a la misma que jugó a las muñecas hace años en un jardín lleno de helechos?
Sueño y estoy soñando para mi deleite. Observo el sol descender en su manto de mandarina y lo veo para mi consuelo. Me acaricio y estoy queriéndome porque sí. Entonces me digo "tudo vai dar certo".

Esta soledad tiene sentido porque sé que hay muchos allá afuera dirigiendo sus autos a una vida mejor, más próspera y segura, o quizá dirigen difícilmente sus pasos a una vida más larga y sobre todo saludable, porque dicen que la salud es lo más importante.  Hay otros pocos seres cerca de mi hogar y de mí, con los cuales puedo hablar a medias, pero no como hablo conmigo. Queridísimo amigo de ojos transparentes, ¿sabes que a veces es difícil ser totalmente sincero? A veces hay que callar un poquito y ser prudente. Hay que mantenerse pensando, omitir frases hirientes. Me gusta lo callado aunque a veces duela, porque en el estruendo de la convivencia no puedo respirar muy bien entre saludos y abrazos cordiales.

Mejor me dirijo entre las sombras del peral y las alfombras de jacaranda. Adapto mi ímpetu volador a las exigencias de la vida urbana. Es divertido muchas veces y otras, querido amigo, he de confesar que asusta blandir las alas sobre cúspides de basura.

¿Te he dicho que mi voz tiene hilos metálicos? A veces hablo por las noches y me despierta.
Pienso y estoy dotando a mi alma unas frases de apaciguamiento. Río y estoy riendo para mi olvido, para prescindir del mañana y del ayer, entonces río para mis órganos, para que salten de regocijo y si quieren morir, lo hagan.

Hasta pronto amigo mío, quizá mañana seas mujer y entonces te contaré de las virtudes de la soledad volcánica.

Atte. Aras

Pergaminos

He pensado en tildar
De besos cada miembro tuyo
Cual si fuesen pergaminos
Para enviarlos al futuro
En una botella plástica
Y cuando ya no te vea
Sacarlos de la alforja
Volverlos a tocar
Al menos mirar
Tus cálidas extremidades
llenas de besos

LA bala

Llega por el aire
Chifla y su hálito
Deja muertos alrededor
Pocos hablan en su presencia
Rebuznan corazones
Aquí la tierra da higos
Que se mueven como larvas
Ignoran los surcos deliciosos
Que la lengua puede dar
La ensucian como escoba
En la sangre y excretas
Andamos erguidos
Nos ensuciamos los pies.