La bella muerte de Villamil*
¿Qué más salida había sino a muerte? Una puerta prístina ¿Qué más podía hacerse?, o mejor dicho, ¿para qué hacer más? Para qué esfuerzo extra y desgaste absurdo, cansancio monótono.
No más de lo mismo, vieja criatura de seniles palabras. Para qué abrazar los resquicios de vida que exigía demasiado de ti. Para qué responder a la provocación y a la burla. Mejor burlarse.
Como si las faenas, las jerarquías, los compromisos fueran un chiste. Clara resolución. Sin culpas ni castigos de tu Dios. Hasta él pudo decirte, "adelante, adelante". La muerte dulce asestó en tu cabeza. Retirada con brotes de la locura necesaria. Cuánta libertad. Sin preocuparse por el gimoteo de los que no entendieron tu fuga. Actuaste como el niño que logra una travesura y después su madre no comprende, quiere sujertarlo para siempre. Pero te desprendiste como liviana hoja para ir allá, lejos, sin temor.
*Miau de Benito Pérez Galdós.
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