Acordé hace años —no contigo—
abrazar el desdén de la vida
todo lo que ella arrojó e
hizo trizas:
la neblina cegadora,
la soledad indeseable,
los insectos aplastados, moribundos,
¡Los abracé!
Y me he quedado
en la cumbre de las
soledades,
entre la tupida neblina,
junto a los insectos sin
alma.
Desaparecí junto con ellos
en el rincón de lo
indeseable,
en aquel ínfimo detalle
que se mira por distracción.
Brenda Ramírez
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