Deja de sofocar las pértigas
que erigen mi cuerpo,
qué soez lenguaje el tuyo
para hacerme entender.
Los palos
me rompen la boca,
y cuando la luna baja,
casi podemos ver los
callejones y las escaleras
que llevan al hotel de los
frustrados,
de las mujerzuelas de
vestido raso.
Bailan las almas de los
sopranos,
y los payasos hacen mascotas
para adornar
mi anticuada soledad,
sabios de fama lúgubre beben
vino violeta,
sigues deshaciendo mi
íntegro corazón
cual madeja mojada.
Pierdo el suelo,
se va la luna,
ya no tiene sentido
apretarme tanto.
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