jueves, 10 de enero de 2013

Lloren, pero vengan


Llorar, maricones, llorar a lado de una casa vacía, un jardín y la enorme pelota roja denostando felicidad. La vida entera deglutiendo refresco, ¿qué más habrá? Llorar y encogerse en la sombra de los árboles: obras de arte con diez brazos,  cien dedos  y mil hojas. Llorar tan torpe e inexpresiva, en medio de la mugre que transpiran los horizontes. Hombres perdidos que conocen sus caminos. Yo no, ¿a quién diablos sigo?
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Desposeídos, ¿existimos? Pregunten por mí: nadie me sabrá. Perdidos, colegas, estamos en el espasmo de este tiempo. No hay lugar para florecer entre la indiferencia, soledad…          
Queridos, ábranme sus libros, sus brazos y las bocas con que acostumbran recitar —con que suelen cantar—. Ábranme las manos con que dan luz a la música o a las historias, átenme a ellas. Amigos, vengan a conocerme, yo les abro mi alma pútrida, desesperada pero sincera, vaguen pero vengan, los busco, vengan.

Brenda Ramírez

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