sábado, 28 de julio de 2012

Niña Muerta


Soy una niña muerta. Me despido, debí verte ayer, se hizo tarde. No soy libre ¿O sí?  En todo caso incapaz. Muero en esta ancianidad prepotente, a mis arrugas se las comen las polillas. Detesto mi paso por esta vereda asquerosa. No la soporto, no te soporto a ti, espejo infame. Ojalá fueran malvadas las palabras que escupo en tu frente. No me interesa que me maten ahora. Pero qué cobardía más grande, me da miedo pecar en la sombra de Dios y que lástima le doy. Me da miedo terminar con los dedos necrosados y la vista cansada en el ataúd.

Niña muerta. He querido tontamente regresar a mis juegos bajo el sol de otoño, con el lodo entre mis dedos y respirar el susto de antaño. No éste que sí hace daño. He querido, y recordé que yo imploré estar aquí, realizándome para no ser nada. Púdrete, así debe ser, púdrete.

Soy una niña muerta. Sigo llorando, reminiscencias aún crepitan en mi pecho, gritan y tiemblan con la fuerza más honda. Lloro como cerdo en un matadero común, y como un pajarito cojo en las fauces de los perros grises,  lloro con mi instinto animal brotando en mis venas, desposeída de dignidad. Me he callado, pero aún lloro con las vertientes en mi interior pasmado, reventaré. Por eso explotan los cadáveres, lloran y no lo saben.

Brenda Ramírez

No hay comentarios:

Publicar un comentario