Dijiste que descubriéramos los volcanes, el signo latente de
nuestra estirpe. Resbalaron las leyendas de tu lengua. El mundo no se detuvo ni
un instante, ni el tiempo que inventamos, ni los deberes o las trayectorias, ni
el caos cerró la boca, todos prosiguieron: Valeria en su bicicleta, mamá cocinó
arroz, dos arrugas más para mí y la abuela, el olvido sacudió la tarde frente
al teléfono, tu hermana lloró entre los comerciales de televisión, el reloj dio
señales de vida tica, tac, las seis; el sol ruborizado caía, un gato agonizaba. Me precipité a
las leyendas, entre viejos dioses y serpientes. De tu lengua brotaron adioses.
Brenda Ramírez
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